Panamá: la joya oculta de Centroamérica
Índice de contenidos
- 1. ¿Y por qué Panamá
- 2. Ciudad de Panamá
- 3. El canal de Panamá
- 4. Santa Catalina en el Pacífico
- 5. Buceo en la Isla de Coiba
- 6. Golfo de Chiriquí en el Pacífico
- 7. Volcán Barú y las Tierras Altas
- 8. Bocas del Toro en el Caribe
- 9. Buceo en Bocas del Toro
- 10. Archipiélago de San Blas
- 11. La etnia Guna Yala
- 12. Gastronomía típica
- 13. Cómo llegar y moverse
¿Por qué ir a Panamá?
Panamá ha sido uno de nuestros últimos viajes antes de la pandemia, en octubre de 2019. Lo cierto es que cuando nos preguntaban el destino de vacaciones y decíamos Panamá, la pregunta de la mayoría de gente que nos rodea era la misma… ¿y por qué Panamá? ¿qué se os ha perdido allí?…
Pues precisamente por eso. Porque algo tendrá que no conocemos, además de su gran paraíso financiero y su canal de Panamá, una joya de la ingeniería mundial que permite a los barcos cruzar el océano de manera rápida. Poco más sabemos, en general.
A principios de 2019 se había quedado fuera de un cara o cruz con Malasia, pero desde entonces, ya le teníamos muchas ganas. Así que con el segundo viaje del año no hubo dudas: Destino Panamá.
La apuesta siempre había sido clara y que gusto cuando acierta con un destino que, a priori no está entre los más típicos. Al final, contagiamos a más amigos que iban a Costa Rica, y decidieron pasar antes por Panamá. Tampoco les defraudó y volvieron encantados.
Panamá es un paraíso, y lo mejor es que cuenta con poco turismo y más si viajas en temporada. Eso posibilita que te puedas sentir un poco Robinson Crusoe. En los tiempos que corren, esto se puede decir que es un lujo.
Un país con enorme biodiversidad natural y cultural con cientos de playas e islas, montañas y selva, minorías étnicas y una capital que se conoce por los dos motivos que interesan a Occidente.
No hace falta ser muy avispado para darse cuenta de que, situado entre Costa Rica y Colombia tiene mucho que ofrecer. A pesar de que nuestras expectativas eran bastante altas, consiguió superarlas. Atravesando del Pacífico al Caribe observar kilómetros de jungla salvaje y montañas llenas de exuberancia tropical.
Su red de infraestructuras es muy escasa debido a esa orografía tan particular que no permite echar hormigón con la facilidad que se necesita en Centroamérica, por mucho dinero de paraíso fiscal que se mueva en la capital. Es un territorio estrecho y cruzar de extremo a extremo del país se lleva bien.
La primera parada nos llevaría directos al Pacífico, buscando el paraíso para buceadores del Parque Nacional de Coiba, pero antes nos daremos una vuelta por su capital y también veremos su famoso canal de Panamá. Una extraordinaria obra de ingeniería que ha permitido un mayor desarrollo y progreso de su economía con respecto a muchos países de su entorno.
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Ciudad de Panamá
La Ciudad de Panamá presume de ser la capital más cosmopolita de Centroamérica con una visita obligada. Cuenta con un distrito histórico, un distrito reconstruido y áreas muy modernas. Un centro urbano dinámico en medio del trópico, donde puedes ver enormes rascacielos rodeados de una extraordinaria naturaleza.
El Casco Antiguo es el distrito histórico de la ciudad y alberga algunos de los mejores hoteles y restaurantes dentro de una clara apuesta por su reconstrucción para el despegue turístico. Como ciudad creativa de la UNESCO en la parcela gastronómica, la ciudad de Panamá alberga una escena culinaria muy diversa dirigida por chefs de primera categoría.
Cuando en 1904 comenzó la construcción del Canal de Panamá, la ciudad era lo que hoy es el casco viejo. Su origen data del momento en el que los piratas ingleses destruyeron Panamá Viejo y los españoles trasladaron la ciudad a este nuevo emplazamiento. La nueva ubicación resultaba más inaccesible, por situación y por la muralla que la rodeaba. Forma parte del Patrimonio de la Humanidad desde 2003.
Muchos de sus edificios están en estado decadente, otros parecen caerse mientras los más recientes remodelados lucen despampanantes. En sus bajos restaurantes y cafeterías se rifan al turista. Le quedan años para tener el aspecto de otros lugares vecinos como Cartagena de Indias pero se vislumbra ese futuro.
Si quieres contemplar las tres ciudades a la vez (la antigua, la reconstruida y la moderna) desde casi 200 metros de altura, has de caminar hasta el punto más alto de la ciudad: el Cerro Ancón, uno de los mejores miradores que recomendamos como imprescindible para obtener una perspectiva conjunta de esta urbe latina.
También debes visitar el Parque Natural Metropolitano, una verdadera selva tropical en medio de la zona urbana, convirtiendo a la Ciudad de Panamá en la única capital nacional del mundo con una selva tropical dentro de los límites de la ciudad.
Por si fuera poco aquí se encuentra una de las 7 maravillas del mundo creadas por el hombre: el famoso canal de Panamá. Gracias a este y uno de los aeropuertos mejor conectados de América Latina, la Ciudad de Panamá realmente ayuda a mantener conectado al mundo.
El Canal de Panamá
El famoso canal de Panamá: se puede observar desde las esclusas de Miraflores, a pocos minutos del corazón de la Ciudad de Panamá. Podría decirse que la atracción más famosa al estar considerada una de las 7 Maravillas del Mundo Moderno.
Construido para reducir drásticamente el tiempo de viaje de los barcos entre el Océano Pacífico y el Mar Caribe, el Canal ha recibido más de 900.000 embarcaciones. En algún momento, este milagro de la ingeniería se consideró imposible de llevar a cabo, pero hoy puedes verlo en directo.
¿Sabías que el Canal utiliza un sistema de esclusas para elevar los barcos hasta 26 metros a la altura del Canal? ¿Qué tal el hecho de que cada barco tarda entre 8 y 10 horas en atravesar el Canal? En el centro de visitantes de Miraflores puedes ver una amplia exposición y un documental sobre la historia del canal. En Miraflores, con suerte, podrás ver transitar a alguno de los barcos a unos metros de distancia.
Si dispones de todo el día aquí puedes pasear en canoa por el río Chagres y visitar la comunidad indígena de los Emberá en la cuenca del canal de Panamá. También es posible cruzar el canal en una excursión de un día para ver las esclusas desde una nueva perspectiva.
Santa Catalina (Pacífico)
El Parque Nacional de Coiba situado en el Pacífico, era el primer objetivo del viaje. Una reserva natural situada en el archipiélago homónimo de la provincia de Veraguas. Fue declarado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2005.
Creado por Decreto Ejecutivo en el año 1991, el Parque Nacional Coiba constituye por su extensión y por la riqueza de sus islas volcánicas y de las aguas marinas es una de las joyas naturales de Panamá. Protege ecosistemas marinos, insulares y costeros.
La isla de Coiba es su mayor tesoro con 500 km², la más extensa de la geografía panameña. Allí realizamos algunas de las mejores inmersiones hasta la fecha. Un paraíso de submarinismo para ver tiburones, tortugas, manta rayas y demás fauna y flora marina.
También tiburones ballena, aunque por desgracia nos fuimos sin disfrutar de esa experiencia. Pero si logramos ver ballenas y eso nos dejó muy contentos. También las escuchamos varias veces mientras estábamos bajo el agua buceando, una sensación inquiteante y sobrecogedora.
La puerta al parque marino es una pequeña localidad llamada Santa Catalina. Un lugar donde la vida pasa a un ritmo sosegado, frecuentado por amantes del surf y del submarinismo. Aunque no te guste el buceo, el snorkel es una auténtica maravilla porque los fondos son espectaculares.
Golfo de Chiriquí (Pacífico)
Esta era una de las paradas dudosas del itinerario, y menos mal que nos decidimos porque fue uno de los sitios más impresionantes del viaje. Algo que no paraban de recomendarnos los locales, y cuando los nativos hablan, hay que hacerles caso.
Chiriquí nos demostró que el verde seguía siendo el monocolor de Panamá al subir desde Santa Catalina por la costa del Pacífico. Apenas tres horas de bus para saltar a otro paraíso, atravesando cerros, bosques y montañas como si un tapiz verde cubriese el territorio. Frondoso y virgen.
El golfo de Chiriquí incluye el Parque Nacional de Coiba, el Parque Nacional Marino del Golfo de Chiriquí y las Islas Secas, Los Ladrones, Parrillas y Montuosa.
Un sinfín de islas e islotes que recuerdan a esos fondos de pantalla con los que soñamos mientras trabajamos el resto del año. Todas desiertas en esta época del año, octubre, teóricamente temporada de lluvias. Pero para una gallega, la lluvia tropical de invierno es una risa.
Más de 30 grados de temperatura ambiente y el agua rivalizando con el termómetro. Una maravilla por mucho que haya jornadas que donde predomine el cielo gris y descargue algún chaparrón que otro. La lluvia apenas nos fastidió algún plan en las montañas de Boquete.
Ampliamos la estancia en Chiriquí en cuanto vislumbramos este tremendo paraíso. La ruta de las islas Bolaños, Gámez y Paridas maravilla con unos paisajes que parecen de postal caribeña. Reales y solitarios, un regalo para los sentidos.
El barquero que contratamos para hacer un recorrido por las islas, nos contaba que en verano (a partir de diciembre), esa playas de arena blanca, agua transparente y palmeras, se llenan de música a todo volumen, de coco loco. Ambiente festivo del turismo local, más que de extranjeros. Oyendo eso, disfrutamos más del paraje y del silencio.
Para visitar las islas del golfo de Chiriquí, podéis hacerlo desde Boca Chica, un pequeño pueblo donde se contratan lanchas o excursiones. Desde la ciudad de David también se pueden reservar, pero aconsejamos alojarse en esta área tan tranquila y a tiro de piedra de todo.
El pueblo es muy pequeño pero tiene los servicios básicos para estar un par de días. Una pequeño supermercado, varios hostels y no podéis faltar a comer la langosta que prepara Lily. Veréis su negocio (porque no hay muchos) de camino al embarcadero.
ALOJAMIENTO ESPECTACULAR EN CHIRIQUÍ
La opción de alojamiento no pudo ser más acertada. Una mansión de infarto con habitaciones regentada por una familia alemana en la isla de Boca Brava. Las vistas al Golfo de Chiriquí hipnotizaban.
Boquete y el volcán Barú
La zona cafetera del centro del país era un impresdindible entre el paraíso playero del Pacífico y el del Caribe. Un poco de montaña para cambiar de aires, con paisajes muy bonitos y una temperatura más fresca. Y en el epicentro el volcán Barú que duerme tranquilo mientras controla dos mares.
Es la elevación más alta del país y uno de los más altos de América Central con una altura de 3475 metros. Según estudios científicos su última erupción tuvo lugar aproximadamente entre hace 400 y 550 años y se estima que su altura era mayor a 4600 metros con la cima cubierta de nieves perpetuas durante el período glacial de La Tierra.
Boquete es el pueblo principal al que se llega en bus desde la ciudad de David, situada en la costa del Pacífico. Nuestra recomendación es alojarse en pueblos de Palo Alto para tener unas vistas espectaculares de montaña, no digamos al amanecer y al atardecer.
Nuestro hotel con infinity pool y jacuzzi en pleno río y rodeado de una naturaleza exuberante es una de las mejores opciones con piscina, restaurante y desayuno incluido. Justo enfrente hay una parada de buses y minivan, que por lo que equivale a un euro, te bajan y suben al pueblo de Boquete para ir a comer o de compras.
Hay numerosas rutas de senderismo y trekkings que pasan por cascadas y montañas entre plantaciones de café, el motor económico de la zona. Las fábricas se pueden visitar al igual que hicimos en el Eje Cafetero de Colombia.
Pasear entre las pequeñas aldeas y ver como viven en las zonas más rurales es un imprescindible. Ver como las mujeres lavan la ropa en el río, como ponen a secar sus trajes tradicionales o poder darte un baño en los saltos de agua que te vas encontrando montaña arriba, no tiene precio.
Escogimos los senderos menos turísticos y fuimos solos todo el camino tan sólo nos interrumpía el paso de algún granjero con ganado o algún agricultor que trabajaba en sus campos de cultivo. Hay algunos que enlazan varias cascadas y que tienen un recorrido más espectacular, pero en nuestro caso primamos el caminar en solitario con los nativos, que acabar hablando con otros turistas en caminos más frecuentados. Cuestión de gustos y de lo que te pida el cuerpo en ese momento.
Para nuestra desgracia, después de puso a llover y a los pocos días nos marchamos. Pero es una buena zona para pasarse más tiempo, si el clima es favorable. Hay actividades como tirolinas o quads para los más intrépidos viajeros. Pero lo nuestro fue relajarse entre burbujas del jacuzzi mientras caía la tarde y la niebla. Un gustazo.
En el pueblo de Boquete se come bien en los restaurantes de comida local, barato y sabrosón, como dicen allá. Obviamente hay muy buen café por la zona, así que si te apasiona lo disfrutarás. Ojo, escapar de las cafeterías para guiris que te cobran un pastizal.
Después pondríamos rumbo al Caribe. Nos esperaba Bocas del Toro y la isla que habíamos escogido, por parecer la más selvática, la Isla de Bastimentos.
Bocas del Toro (Caribe)
Bocas del Toro es probable que os suene, sobre todo si habéis estado en Costa Rica. Es uno de los destinos turísticos más conocidos y exportables de Panamá, colindante con el país vecino. Hay diferentes islas para escoger, en nuestro caso apostamos por Bastimentos y fue la mejor decisión. Una combinación de jungla y playas salvajes donde habita la rana roja, una belleza diminuta que seguramente lograrás ver durante tu estancia.
Nos alojamos en un glamping ecológico con cama doble a unos metros de la playa. Para llegar hasta el alojamiento había que hacerlo en barca y atravesar un sendero lleno de flora y fauna. El restaurante es bueno y la playa estupenda de Red Frog.
No podíamos perder la oportunidad de conocer los fondos marinos del Parque Marino de la Isla de Bastimentos. Encontramos el sitio ideal para bucear, regentado por una pareja de canadienses que había vivido en varios sitios del mundo y que tenían verdadera pasión y devoción por la vida marina. Las charlas antes de las inmersiones eran un lujo, unas clases de biología que no olvidaremos.
Buceo en Bocas del Toro
Nos pasamos varios días buceando con ellos porque no era caro y las inmersiones duraban hora y media. Ese aspecto sumaba mucho a favor y más para bucear en pecios, mi segunda vez. En cuanto a fauna, una vez estado en Coiba, probablemente esto se te va a quedar pequeño, pero todavía quedan jardines de coral fantásticos aunque parte de la fauna ha desaparecido por la caza furtiva y la sobreexplotación de los recursos.
Vimos un montón de langostas, pulpos y todo tipo de corales espectaculares y a muy poca profundidad, por eso es un buen lugar para sacarse un curso de formación.
También nos animamos a realizar una inmersión nocturna que sería la primera de nuestras vidas pero no la última. Una experiencia sobrecogedora que se convierte en algo fascinante al sentirte tan minúsculo en medio de la inmensidad y la oscuridad.
No te pierdas la sección BuceandoMundos con consejos, guías de buceo y los mejores destinos.
Islas de San Blas (Caribe)
El archipiélago de San Blas en el Caribe, tiene una isla para cada día del año, nada menos que 365. Una cantidad que sumada a otras islas desperdigadas por el Pacífico y el norte caribeño, da un total de mil islas. Cifra nada despreciable para un país que sigue siendo desconocido para muchos.
Regentado por la etnia Guna, el único acceso por tierra a este paraíso infinito es desde el puerto de Cartí, en pleno territorio de esta tribu panameña y gestionado por los propios indígenas. Desde el muelle de Cartí parten muchas de las barcas hacia las islas y cayos de San Blas.
Una cabaña de bambú sobre la arena o sobre pilotes en el mar, será más que suficiente para disfrutar de esta maravilla natural. Absténgase los que buscan excelencia y confort porque los propios Guna prohíben los resorts u otro tipo de construcciones de cemento en sus tierras. De esa forma protegen los negocios de las comunidades para que el beneficio no se escape por ningún lado ni quede expuesto a explotación.
En alguna de las islas más grandes y cercanas a tierra, igual podéis encontrar algo más parecido a pequeños hoteles porque se llegó a construir algo antes de que la etnia cambiase la normativa. Pero si te quieres empapar de la cultura local, lo mejor es seguir sus reglas. Para nosotros sin duda fue de lo mejor del viaje, conocer a fondo las tradiciones y la vida diaria de los Guna Yala.
Tanto nos gustó que nos quedamos casi una semana. Playas, relax y fondos marinos por explorar son los alicientes de este territorio idílico. Ahondar en esta cultura étnica se convierte en un reclamo más para los que buscamos aprender de otras culturas para seguir creciendo por dentro.
La etnia de los Guna
Con la familia de Magdalis hemos podido compartir momentos muy especiales, gracias a que ella era la única de la familia que hablaba español. Un aprendizaje impagable sobre nuevas formas de vivir. Porque ninguna es perfecta, y mucho menos la nuestra.
Los indígenas guna son conocidos por su arte decorativo, por ejemplo, en las molas. Las molas suelen ser muy brillantes y coloridas y a menudo son usadas como ropa. Antes de que los indígenas se convirtieran al cristianismo traído por los misioneros, la mayoría se vestía con ropa típica pintando además sus cuerpos, y utilizando diseños coloridos.
Cuando llegaron los primeros europeos muchos indígenas empezaron a reemplazar sus vestimentas por la ropa traída por ellos, abandonando muchos sus diseños de pintura corporal. Las mujeres son las encargadas de la artesanía y de las tareas del hogar.
En la isla de Naranjo Chico pocos guna de las generaciones veteranas hablaban español.
Historias que te tocan el corazoncito y te lo agrandan. Eso es lo que verdaderamente nos apasiona de viajar. Por eso, siempre que podemos, realizamos alguna convivencia con alguna etnia, y si es posible, nos quedamos unos días con la familia.
Naturaleza y humanidad en estado puro. Donde el cemento es un desconocido y el tiempo ni corre ni vuela, parece estancado.
Otro lujo del mundo actual, cada vez más masificado y donde cuesta encontrar territorios casi vírgenes en todos los sentidos.
Gastronomía panameña
El patacón, a base de trozos plátanos fritos, es una tradicional en la culinaria de varios países de América Central y América del Sur. Acompañados de una buena langosta o pescado frito, fue el plato que más veces devoramos.
Tampoco es que Panamá tenga una gran gastronomía, al menos comparada con otras del mundo que nos entusiasman. Como hemos estado casi todo el tiempo en el litoral, el producto del mar era el protagonista en las mesas.
En las Tierras Altas, en el pueblo de Boquete, hay varios restaurantes de comida casera en modo buffet que funcionan súper bien. Puedes comer mucho por poco dinero, para probar la comida típica.
En Ciudad de Panamá es caro comer dentro del casco viejo colonial por donde se mueve el turista.
Cómo llegar y moverse
El transporte en Panamá funciona bastante bien y es una buena forma de moverse por todo el país. Es muy económico y las distancias, en la mayoría de los casos no son infinitas como ocurre en países más extensos. Cruzar de lado a lado el país te puede llevar cuatro horas, siempre que se escoja el mejor paso para cruzarlo.
Pero en definitiva, los autobuses son puntuales y los de larga distancia están muy bien equipados con flota nueva en muchos casos. El funcionamiento del transporte nos sorprendió para bien. Taxis apenas cogimos un par en la capital, y como enlace para llegar a algún transporte. Nuestra recomendación es usar una aplicación de transportes o acordar el transporte con el hotel para los traslados al aeropuerto.
Se puede alquilar un coche, una opción muy habitual, pero en transporte público se recorre de maravilla con distancias salvables y te olvidas de conducir. Para nosotros siempre es un plus moverte como lo hace la población común porque la interacción con los locales es más fácil y más intensa.
PANAMÁ
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