En todas las sociedades que viven del sector primario, pesca y agricultura, se vuelve indispensable poner esfuerzos en acercarse a conocer este eslabón fundamental del país. Myanmar entra dentro de ese perfil que muestra su cara más humilde y entrañable en los lugares más recónditos. No hace falta ir a Bagan para maravillarse con postales que parecen sacadas de otra época. Incluso de otra dimensión, por su devenir reposado y su atmósfera embaucadora entre montañas agolpadas y templos asomando en el horizonte entre una niebla nostálgica.
Entornos magnéticos donde te quedarías a ver la vida pasar sin más. Un sitio donde parece menos complicado vivir sin guasap a cambio de una calidad de vida que seguramente ellos mismos desconocen. No se puede obviar que se trata de una sociedad con muchas carencias económicas, marcadas por una situación política del pasado reciente que no dejaba margen para nada.
Campos de cultivo, búfalos entre arrozales cabras en cementerios y casas tradicionales con ropa de colores tendida al viento. Esto no es Bagan, pero en la sencillez vive la esencia. Y esto es parte de la verdadera Myanmar, más que los templos a donde acuden sólo turistas, vendedores y demás afanados en el sector turístico. Si tienes la oportunidad no dejes escapar un recorrido por el entorno rural.
Enclaves donde entablar con los lugareños será inevitable, hasta el punto de terminar cenando o durmiendo en casa de alguna familia. Quizás Pekín Express tenga algo que ver en todo esto. O no, porque la hospitalidad viene de serie en el ADN de un pueblo. Y parece que aquí ese sentir, viende de lejos, aunque fuese entre compatriotas.