Visitar un territorio que inspire integridad ecológica debe ir acompañado de prácticas que promuevan la protección del medio, tanto en la oferta de actividades turísticas como de las opciones para explorar el territorio. En eso Islandia tiene todavía que mejorar mucho. Faltan aseos y servicios generales de estaciones de servicio o lugares donde poder comer durante los trayectos en coche. El boom los ha cogido de sorpresa y ahora tienen tiempo a crecer, pero de manera sostenible.
La infraestructura vial no sigue el ritmo de crecimiento del sector turístico, los hoteles están saturados, y la explosión de las plataformas de alquiler de apartamentos turísticos ha elevado el precio de las viviendas en la capital, como ocurre en la mayoría de las ciudades turísticas de todo el mundo. Peor también se empieza a dar una segunda vida a granjas abandonadas, repoblando territorios que habían quedado desiertos.
Para intentar lograr el equilibro entre la llegada de extranjeros y la conservación del medio ambiente, el Gobierno cuenta con un grupo específico de trabajo que se orienta a limitar el número de visitantes admitidos en la isla durante todo el año, a distribuir las masas y desarrollar los sitios más vulnerables. Estas medidas pueden reducir la presión del turismo en algunos lugares específicos, pero también para mantener a raya el impacto ambiental de este turismo casi masivo. O mejor dicho, masivo para el tamaño de su territorio.