Hvar huele a lavanda y a romero, un perfume natural que te invade en muchos momentos, con la ayuda inestimable del viento. De aquí le viene el sobrenombre de la ‘Madeira del Adriático’. Bosques de pinos y playas de aguas turquesas la sitúan en el punto de mira de muchos viajeros. Por si fuera poco, la revista Traveller la seleccionó entre las diez islas más bonitas del mundo.
Los rankings, esos potentes imanes para el turismo. Tanto es así que en los últimos años la frecuentan estrellas y gentes de la farándula. Bendiciones temporales que se acaban convirtiendo en maldiciones crónicas.
Hoy luce como nunca rodeada de turistas fascinados que se agolpan en los meses estivales para conocer su principal enclave histórico, con el nombre de Stari Grad, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2008. Pero ofrece mucho más que eso: pueblos de pescadores, playas de agua turquesa, naturaleza y archipiélagos vecinos a tiro de piedra, entre restaurantes y terrazas que saciarán al turista más hedonista.
Hvar tiene casi 300 kms cuadrados, cien menos que su prima hermana la isla de Brac. De lo que presumen las dos es de gozar de más de 2700 horas de sol al año. Son dos de las islas más luminosas y calurosas de todo Croacia, con una temperatura media fantástica de 16°C. El agua no se queda corta porque la mínima de febrero ronda los 14ºC hasta los 25ºC que puede alcanzar en agosto. Buceo y snorkel, al orden del día.
¿Nos damos un chapuzón?