Toda esta reactivación del Castro de San Lourenzo no tendría lugar sin la Asociación de Vecinos María Castaña y su proyecto de arqueología pública o comunitaria, como le llaman los europeos avanzados en la materia.
Esta arqueología inclusiva tiene sus primeras iniciativas en el proyecto arqueológico de los castros de Neixón (Boiro, A Coruña), la puesta en valor del castro de Castrolandín (Cuntis, Pontevedra desde el año 2000), el proyecto de Torre dos Mouros en Carnota (A Coruña), además del castro de las Croas de Niñóns (Ponteceso, A Coruña).
Una arqueología pública que se erige como una herramienta fundamental para a socialización del patrimonio, saliendo del campo más científico, de ese laboratorio que lo aleja del pueblo. En Galicia llega con retraso respecto a otras zonas de Europa.
A partir del 2000 aparecen los campos de trabajo para el desarrollo de proyectos arqueológicos. La integración de ese voluntariado en las actuaciones de investigación supuso un cambio de paradigma, rompiendo con la línea clásica académica y museística.
La crisis económica de 2008 frenó en seco este modelo, pero se realizaron proyectos de arqueología social dirigidos por equipos de jóvenes investigadores vinculados a Universidades y otros organismos científicos como el CSIC.
Proyectos como este de San Lourenzo nos recuerdan que el patrimonio enterrado también está muy vivo.