La parte monumental la ponen las ruinas de la granja, de finales del siglo XVIII y principios de XIX, donde vivían los terratenientes y la servidumbre relacionados con la producción de sal.
Estos lugares que respiran historia desde hace dos siglos siempre nos cautivan. El musgo parece querer contar historias y las ventanas y puertas parecen cobrar vida con la visita.
Las enormes lareiras, los hornos de las cocinas, los pozos y otros restos de canalizaciones nos hablan del pasado de Vilaboa y del entorno de la isla de San Simón.
En el extremo norte del Dique de la Ensenada se ven los muros de la granja y la entrada se encuentra señalizada. Hay que pasearlas con cuidado porque en estos espacios abandonados siempre hay un riesgo de desplome.