La isla de São Miguel esconde numerosos pueblos con encanto en medio de paisajes fascinantes que nos transportan a otros continentes. Nos damos un paseo por algunos de ellos rodeados de volcanes y lagunas o de acantilados imponentes.
Desde los más famosos como Sete Cidades o Furnas a otros menos conocidos como Ajuda da Bretanha o Rabo de Peixe. No perdemos de vista la capital y otras localidades afamadas por sus piscinas naturales o sus playas volcánicas.
1. SETE CIDADES
Rodeado de volcanes y lagos
El pueblo de Sete Cidades se ubica a orillas del Lago Azul en la zona más turística de São Miguel, donde se ubican los cráteres volcánicos más famosos de la isla. La villa se erige como visita imprescindible para conocer las lagunas que hoy rellenan los volcanes.
Conserva la arquitectura tradicional primitiva micaelense con casas de piedra que disponen tejas a dos aguas, preparadas para soportar los movimientos sísmicos que sacuden periódicamente la zona. Jardines, huertos y hórreos suelen disponerse en la parte trasera de la vivienda.
La Iglesia románica de São Nicolau es la estrella monumental con un paseo de árboles a sus puertas. Sete Cidades es un lugar donde el tiempo parece detenerse, rodeados de cráteres fascinantes, cubiertos por ese tapiz verde magnético que regalan las Azores.
Un lugar ideal para practicar turismo rural y mezclarse con los lugareños, o para realizar una parada gastronómica y dar un paseo por el pueblo. El espectáculo geológico natural que lo rodea merece mucho la pena.
Para los que dispongan de más tiempo, recomendamos la ruta circular de senderismo por la Lagoa Verde que tiene un perímetro de 4 kms, donde se dispone una zona recreativa de la que parte el sendero.
Un pueblo en ebullición convertido en el centro de termalismo por excelencia de la isla: As Furnas. Por aquí pasa un río envuelto en vapor que atraviesa el Valle de Furnas, salpicado de arroyos de agua caliente, fuentes termales y géiseres de lodos, agua y azufrehirviendo.
Un halo de nebulosa y un fuerte olor a sulfuro son las señas de identidad de este peculiar rincón azoriano. Ese calor que llega de las entrañas del suelo no impide que la vegetación vuelva a dejar claro por qué motivo a São Miguel la denominan la Isla Verde del archipiélago.
Hay más de 20 manantiales de agua caliente con grandes fumarolas que provocan una atmósfera de sulfuro. La estampa resulta cautivadora con el vapor brotando de la naturaleza más pura.
El paisaje nos sigue recordando que estamos en Azores, con un marco de verdes y tupidas colinas que contrastan con las casitas blancas y tonos pastel del pueblo. Aquí las entrañas de La Tierra rugen recordando el origen volcánico de este archipiélago, varado en pleno Atlántico.
El agua de las fuentes puede superarlos 60º Celsius y se aprovecha para hacer té, café o limonada, impregnándolo de un curioso sabor. Los lugareños también cuecen huevos y hacen pan con ella, sin olvidar el clásico cocido de As Furnas, uno de los platos típicos de São Miguel.
Desde el Valle de Furnas puedes acercarte a conocer una de las calderas más antiguas de la isla para ver su cráter inundado y deleitarte en sus miradores, hablamos de la Caldeira Velha. Allí se ubican otras de las termas más bonitas de toda la isla y nuestras preferidas, por estar rodeadas de un entorno natural cautivador y exhuberante. Si quieres saber más sobre esto te recomendamos el artículo:
No muy lejos de Ponta Delgada recomendamos pasar por Caloura, un pueblo marinero también conocido como Vale de Cabaços. Aquí también abundan apartamentos de verano y chalets más potentados, por ser una zona de playas volcánicas muy codiciada.
Una piscina seminatural para darse chapuzones seguros en verano, y su Centre for Diving and Marine Life Observation, son otros de sus reclamos. Un poderoso acantilado protege la zona de algunos vientos para el bienestar de los viñedos, que se suceden entre piedras y muros de basalto negro.
El pueblo de Caloura cuenta con un par de edificios religiosos distinguidos como el Convento de Caloura de estilo barroco (es privado y sólo puede ser visitado si lo autorizan) y la iglesia de Nossa Senhora das Dores. Aunque nosotros nos quedamos con su faro y su océano agitado, que ese día tapaba por completo las afamadas piscinas para el baño.
Es una zona de playas volcánicas para los que busquen darse un baño en las aguas atlánticas. Los acantilados tienen formas espectaculares y el contraste entre el negro del suelo y el azul del mar es brutal y maravilloso.
Recomendamos comer en el restaurante cercano al muelle, casi contiguo, donde triunfan los pescados y mariscos, sin olvidar el arroz caldoso tan afamado en Portugal continental. Buena parada gastronómica en medio de un paisaje litoral volcánico que bien merece un paseo.
La carretera desde Capelas hacia Mosteiros es una sucesión de curvas al paso de sinuosos acantilados, que se engalanan con flores y vegetación a ambos lados de la vía. Bordeando la costa, recorremos pequeños pueblos como Santo Antonio, Santa Bárbara, Remedios y Mosteiros.
Este pueblo se caracteriza por su estampa marinera, sus piscinas naturales sobre las coladas de lava y los varios islotes que se prolongan desde su morro. Imprescindible un paseo por el litoral del pueblo para admirar la caprichosa geología que ya luce desde miradores lejanos.
En la bajada a Mosteiros, cerca de la Casa da Falesia, hay un desvío hacia el Pico de Mafra que ofrece una panorámica magnífica del pueblo, los cuatro islotes cercanos y el cabo.
Las actividades principales son la pesca y la agricultura. Su playa de arena oscura, donde desaguan dos riachuelos, es una de las atracciones naturales cautivadoras.
La población es más extensa de lo que pueda parecer porque el pueblo sólo cuenta con viviendas unifamiliares. Se estructura a través de una calle principal con la Praça de São Lázaro y su ermita como epicentro, que se recorre con un pequeño paseo.
A unos cuatro kilómetros al sur se encuentra la Ponta do Escalvado con uno de los miradores más conocidos, desde el que domina la costa entre Puntas da Ferraria y Mosteiros.
A dos kilómetros de aquí, sin abandonar el litoral y rodeando el volcán das Camarinhas, se encuentra la población de Ferraria dominada por su elegante faro levantado en 1901.
El Molino de Pico Vermelho forma parte del skyline de la costa norte de São Miguel atrapando los vientos que llegan del océano atlántico. Se ubica en el pueblo colorido de Ajuda da Bretanha y llama la atención con sólo pasar por la carretera.
No es el único molino de viento de São Miguel, hay varios repartidos por la isla, pero estos aires casi flamencos son fantásticos. Son el vestigio de la abundante producción de cereal, que se convirtió en una importante exportación y que terminó por ser el granero de las Azores.
El molino está activo en los meses de verano y abierto para visitas. Se puede subir al piso para ver la pequeña exposición de herramientas, objetos y los trajes utilizados por los molineros.
En la misma carretera de costa hay una panorámica muy chula en el mirador do Pico Vermelho. La postal de la localidad de Ajuda da Bretanha es digna de ver. Prados verdes donde pastan las vacas, casas de colores y al fondo la iglesia de cal y piedra volcánica, con ese estilo tan particular que asociamos al Portugal continental. Y el Atlántico enmarcando esta maravilla.
Cómo llegar al Molino de Pico Vermelho
Para llegar al Molino de Pico Vermelho hay que seguir la carretera EN1- 1A en dirección a Mosteiros. Desde Ribeira Grande se tarda unos 40 minutos en llegar y poco más de media hora desde Ponta Delgada.
Rabo de Peixe es uno de esos sitios anodinos que pasan desapercibidos. Pero precisamente por eso queremos hacer una parada en un lugar que no aparece en los blogs de viaje, como le ocurre a tantos pueblos del mundo. Y sin embargo, en un planeta copado por la masificación de muchos puntos del mapa, nos parece interesante poner en valor sitios así de auténticos.
Tiendas antiguas y bares con solera en medio de casas de colores creando un Nothing Hill en estilo azoriano. ¿Y por qué no? Seguramente para sus vecinos lo sea. La plaza del pueblo es el epicentro social donde preside una iglesia monumental que tiene una visita. En el puerto hay algún restaurante con fama de buenos pescados.
Puede parecer que no tiene mucho que contar, pero esconde una de las historias más bizarras de todo el archipiélago portugués. En 2001 un naufragio vertió toneladas de cocaína en las costas de este pueblo, provocando devastadores efectos sobre la población local que persisten décadas después.
Las historias rozan la leyenda urbana, pero con que la tercera parte sean ciertas, ya sería un guión de nuestro querido Luis García Berlanga.En 2023 salió una serie en Netlix sobre esta historia que se llama como el pueblo Rabo de Peixe.
Ponta Delgada, capital de la isla de São Miguel, es una de las ciudades más importantes de todo el archipiélago portugués. También es la puerta de entrada a través del aeropuerto internacional Juan Pablo II. Las buenas comunicaciones hacen que muchos la escojan como campamento base.
Situada en una gran bahía que la recoge, su casco antiguo de calles adoquinadas es muy acogedor. Su patrimonio arquitectónico presume de elegantes edificios religiosos y civiles, fruto del esplendor comercial de siglos pasados gracias a las rutas intercontinentales.
Un pequeño pueblo pesquero hasta que en 1522 se convirtió en capital de São Miguel tras el terremoto que destruyó casi por completo la antigua: Vila Franca do Campo.
Aquel humilde enclave se ha convertido en un puerto moderno con edificios que marcan un skyline singular. Ese que nos recuerda lo bien que combina Portugal lo antiguo con lo nuevo. Un arte que no todo el mundo consigue integrar de manera correcta.
El siglo XVIII fue un siglo de oro en la economía, gracias a las grandes epopeyas del comercio internacional que unían Azores con Inglaterra y Flandes. Hoy en día luce con esplendor combinando a la perfección la tradición con la modernidad, como se puede ver en la zona del puerto y la marina, otra de las más animadas al caer la tarde.
La cultura portuguesa atrapa en las distancias cortas y para eso, estás en el lugar adecuado.
Una población que vive a ritmo de fado, música ideal para desgustar la exquisita gastronomía local en alguno de sus afamados restaurantes. Quesos, embutidos, pescados y frutas exóticas como la piña, no pueden faltar en tus aventuras culinarias.
Pero lo verdaderamente importante en las islas Azores es dejarse llevar por los paisajes naturales y por unos miradores de escándalo. No hace falta que los pueblos salgan en las guías turísticas para cautivarte.
Son incontables las paradas que hemos hecho conduciendo a ninguna parte para fotografiar enclaves o escenas que te atrapan sin cesar, rodeadas de un verde casi magnético.
Hasta una casa abandonada en medio de una pradera llena de vacas puede ser más interesante que una localidad costera más afamada. Entornos rurales y auténticos, donde el tiempo parece haberse detenido. Simple pero fascinante.
Las montañas que rodean gran parte del noroeste de la isla nos evocaron a las Chocolate Hills de Filipinas pero en un verde que ya quisieran las primas de Asia. Ni son tantas ni tan altas, pero poder ver un paisaje de suaves colinas modeladas por la erosión y cubiertas de un tapiz de terciopelo verde puede llegar a ser más seductor. Sobre todo porque no hay cientos de turistas como en Filipinas.
Por todo esto animamos siempre a explorar un poco más allá de lo que indican los mapas y las guías turísticas. El fluir no ocupa lugar cuando se trata de viajar. Déjate seducir por la magia de Azores y cuéntanos en los comentarios cuál es ese lugar fuera del mapa que te ha atrapado de la isla, porque apostamos a que lo hay.
Si necesitas información más a afondo sobre dónde dormir en São Miguel, te remitimos al artículo específico. En el post te mostramos las mejores zonas de la isla, sus características principales y algunos de los alojamientos destacados para facilitarte la tarea de localizar el que más se ajuste a tus gustos y necesidades.