Ponta Delgada se levantó en torno a un pequeño pueblo de pescadores que buscaban aquí el abrigo de sus ensenadas, pero pronto empezó a cobrar importancia como principal puerto de la isla de São Miguel.
La ciudad creció durante los siglos XVII y XVIII con conventos, iglesias y casas señoriales, un patrimonio posible gracias al comercio marítimo. La imagen moderna que hoy vemos desde el paseo marítimo dista mucho de aquel humilde enclave, pero sin perder la esencia tranquila y saludable de las Azores.
Hoy se nos presenta como un puerto cosmopolita, volcado al exterior y rodeado de una vida sociocultural muy activa. La gran avenida que acompaña al puerto y al mar es la expresión de su dinamismo y de su adaptación a los nuevos tiempos, a la vez que brinda acceso a la ciudad y se conforma como punto de encuentro.