Los castros en Galicia

Un pueblo envuelto en mitos e incógnitas

Castro de Baroña. Porto do Son.
¿Cómo era su cultura de la muerte? ¿Realizaban ritos funerarios? ¿Los castrexos eran celtas?
¿Eran guerreros o pacíficos? ¿Cuál era el papel de la mujer castrexa?
¿Cómo eran sus relaciones de parentesco? ¿Tenían contacto con otros pueblos?
¿Su sociedad era jerárquica? ¿Seguían creencias religiosas?
¿Las saunas eran espacios para el ocio?
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Castro de Baroña. Porto do Son.

1. ADÉNTRATE EN LA CULTURA CASTREXA DE GALICIA

Se les ha calificado de pueblos primitivos pero poseen una cultura y organización social compleja. Destaca un importante desarrollo tecnológico y cultural gracias a un fluido intercambio comercial. No eran eran diferentes a otros puebos de la ‘periferia’ de Europa, obviando a Grecia y Roma.

Situados en lugares estratégicos, a menudo con espectaculares vistas, los castros son poblados fortificados que surgieron en torno al siglo IX a.C. y que se mantienen rodeados de incógnitas y misterios. Quizás por ese motivo, en nuestra cultura muchos de estos enclaves mantienen una dimensión mágica.

Creencias que relacionan su ubicación en las alturas, con un intento de estar más cerca del cielo, de los dioses del más allá. Todo es posible en una sociedad que no dejado pista sobre su cultura de la muerte, una de las grandes preguntas sin respuesta que nos presenta este pueblo ancestral.

La cultura castrexa es de carácter atlántico pero enriquecida con aportaciones mediterráneas, lo que le confiere un carácter muy particular. Una fusión entre elementos autóctonos de la Edad del Bronce, los pueblos que los romanos llamarían ‘de extremo occidente’, con influencias culturales de pueblos centroeuropeos. Uno de los errores comunes es dar por sentado que la cultura castrexa es celta. No está demás recordar que seguimos sin evidencias de que los celtas pisasen alguna vez Galicia.

Outes. A Coruña.

La idea de la cultura castrexa con base celta es actualmente desechada por arqueológos y especialistas, pero que se ha quedado tan arraigada en la población que parece complicado cambiarla sin más. La cultura castrexa podría tener semejanzas con la celta en aspectos culturales y/o linguísticos pero no documentales ni arqueológicos. Influencias que podían haber llegado por vía marítima a todo el noroeste peninsular, especialmente frente al corredor marítimo comercial Atlántico.

La genética ha aportado su visión en los últimos años. Hace más de 20.000 años, tras la última glaciación, los primeros europeos se refugiarían del hielo en la franja norte de la Península y desde Galicia emigrarían hacia Irlanda y Gran Bretaña, antes de regresar al viejo continente por la Bretaña francesa.

Uno de los que lideran esta investigación es el gallego Ángel Carracedo, eminencia mundial en el campo de la genética y que ha confirmado esta migración a través de sus estudios. Pero todas las teorías tienen sus detractores. Lo que respaldan la mayor parte de los historiadores es que, hasta la fecha, nada sentencia de que los castrexos fuesen celtas, si no más bien todo lo contrario.

Castro de Santa Tregra. Galicia.

No sobra decir que los castros tampoco tienen nada que ver con los dólmenes, separados por unos 2.000 años de antigüedad, otra confusión extendida por la arquitectura en piedra de ambas culturas. Son sólo algunos de los mitos que iremos destronando a lo largo de este artículo para intentar arrojar luz y veracidad a esta parte de nuestra historia.

Uno de los grandes obstáculos para conocer más a fondo esta sociedad, es que se trate de una cultura ágrafa que no desarrolló ningún sistema de escritura. Por eso todavía hoy, siglos después, la mayor parte de las incógnitas que rodean a su vida cotidiana o espiritual siguen sin resolverse. Con la llegada de los romanos comienza un período de documentación muy valiosa, ceñida al contexto de la última etapa de la cultura castrexa.

En Galicia hay cientos de castros al descubierto y, según los expertos, miles sin descubrir. Algunos se vuelven imprescindibles como el impresionante castro de San Cibrao de Las en Ourense, el castro de Viladonga que domina la Terra Chá lucense, el castro de Baroña construido sobre un itsmo natural a la orilla del mar o el clásico castro de Santa Trega en A Guarda, con una de las mejores vistas que nos dejan estos asentamientos.

Pero hay otros muchos interesantes como el castro de San Lourenzo en A Pobra do Brollón, el castro da Torre en pleno Courel o el castro de Candaz en Chantada, que se esconde bajo el embalse y que sólo se puede admirar cuando baja el caudal del río Miño.

Castro Santa Trega. Galicia.

Junto al de Viladonga, el castro de Santa Tecla es uno de los mayores y mejor conservados de toda Galicia, además de ser muy agradecido por las impresionantes vistas que ofrece de la desembocadura del río Miño, entre España y Portugal. El castro de Baroña rodeado de un entorno natural espectacular y con una puesta de sol de quitarse el sombrero, resulta otra parada imprescindible de la ruta castrexa. Por cercanía a mi ciudad, es el que más veces he visitado, un lugar con una magia especial, al que volveremos una y mil veces.

El castro de Beróbriga en Monte do Facho no se queda atrás con unas vistas de escándalo a la ciudad de Vigo y las islas Cíes, otra maravilla natural galaica. En este artículo ofreceremos algunas claves básicas para ayudar a interpretar mejor su cultura. Aprender sobre su historia hará que exprimas al máximo la visita, asimilando de manera más productiva todo lo que estás viendo

Los castros son una seña de identidad que se extiende también por todo el noroeste de la Península Ibérica. Los poblados amurallados conforman la huella imborrable de un pueblo que tiene mucho que contar, a pesar de seguir manteniendo muchas incógnitas sin respuesta. Varios miles de castros se esparcen por Galicia, desde el extremo occidental de Asturias hasta Portugal donde continúan. También hay vestigios en la provincia interiores de León y de Zamora.

Vestigios de una cultura que habitó estos lares desde finales de la Edad de Bronce (siglo IX/VIII a.C.) hasta el siglo I d.C. Ocho siglos de vivencias dan para mucho en la línea del tiempo. No está clara la fecha exacta de su origen, y muchos la delimitan en torno a los siglos IX/X a.C. cuando comenzaron a consolidarse los poblados fortificados desplazándose a lugares mejores en lo que se refiere a defensa y subsistencia agrícola.

Sobre el fin de su período no hay duda: con la llegada de los romanos en el siglo I d.C., un cambio de era y un cambio social. Los castrexos conforman una de las características históricas, monumentales y paisajístas más visibles de Galicia. Esas viviendas circulares de mampostería situadas en las cimas de colinas y montañas, pero también en valles, solían estar rodeadas por murallas o fosos como medida de protección.
 

Hoy en día conocemos una pequeña parte de su forma de vida en aspectos económicos, sociales o culturales. Pero es cierto que todavía no hemos resuelto muchos de los misterios que nos ha dejado esta cultura.

Uno de los más importantes es cómo eran sus ritos funerarios. No se sabe qué hacían con los cuerpos de los difuntos porque no se han encontrado restos óseos ni otras señales de enterramiento o incineración en los miles de poblados de toda la Península. Misterios sobre su cultura de la muerte, que sobrevuelan estos enclaves energéticos y mágicos.

UN POCO DE HISTORIA

El estudio e investigación de la cultura castrexa cuenta con más de un siglo de evolución.

Iniciada por Martins Sarmento a finales del siglo XIX, fue continuada por la Sociedade Martins Sarmento.

Más tarde José Leite de Vasconcelos y su museo, el Instituto de Antropología Mendes Corrêa, establece las primeras conversaciones con los arqueólogos gallegos.

Empieza la colaboración luso-gallega en materia de una cultura castrexa que se extiende también por la parte norte de Portugal.

A Guarda. Galicia.

2. LA SOCIEDAD Y LA ECONOMÍA EN LA CULTURA CASTREXA

Los castros son poblados fortificados de época prerromana que se desarrollaron durante la Edad del Hierro, aunque muchos existieron incluso hasta la Edad Media. Los prerromanos eran aldeas rodeadas de una muralla, normalmente en un alto para una defensa más efectiva, con casas circulares de piedra y con tejado de paja.

Como poblado, aspectos como su disposición para la guerra, su organización social y su grado de desarrollo comercial y económico aún están sobre la mesa a debate y estudio. El número de castros clasificados en Galicia supera las 3.000 estructuras, aunque sólo unos cientos se encuentran visibles, al menos en parte. Lo que resulta innegable es que las investigaciones arqueológicas a su alrededor, han propiciado un gran conocimiento de la Edad del Hierro, concretamente en el noroeste peninsular.

Se creía que habían vivido aislados de otras corrientes culturales coetáneas, sin embargo esa teoría ha quedado apartada por la mayoría de los expertos. Las comunidades costeras, principalmente en las Rías Baixas, mantuvieron intercambios comerciales con otros grupos coetáneos como los fenicios. Las excavaciones en los castros de A Lanzada en Pontevedra y Neixón en A Coruña, revelan abundante presencia de cerámicas, vajillas y ánforas de origen púnico.

Incluso el Museo del Mar de Vigo atesora un altar púnico parecido a otros encontrados en el Mediterráneo. El hallazgo de lugares de culto fenicio en las costas gallegas sugiere que estos eran puntos de intercambio comercial habituales porque los fenicios construían estos templos para comerciar en torno a ellos y realizar ofrendas antes de volver a navegar. Hallazgos que pasan a confirmar esos vínculos con otras culturas de la época.

Castro de Baroña. Porto do Son.

ORGANIZACIÓN SOCIAL CASTREXA

La sociedad castrexa carecía de Estado al no existir una autoridad superior que coordine las acciones de los distintos grupos sociales con la finalidad de mantener la unidad de la comunidad. Esto choca con la idea generalizada, y probablemente equivocada, de que los castrexos eran proclives a confrontaciones. Los arqueólogos recuerdan que los conflictos menores eran muy frecuentes en estas comunidades antiguas, casi como una forma más de relacionarse.

Pero lo cierto es que nunca han aparecido armas, otra singularidad más respecto a otros fenómenos coetáneos en la Penínusla Ibérica. Y otro campo más para la discrepancia entre expertos. La cohesión social se logra a través de una serie de instituciones, a veces agrupadas y otras confrontadas. En términos generales se define como una sociedad no igualitaria pero sin estar tremendamente jerarquizada.

En los primeros castros no existían tantas diferencias sociales, pero conforme avanza la Edad de Hierro empiezan a ser más acusadas. También depende de la zona, por ejemplo en las montañas de Lugo las diferencias eran menos marcadas: las casas eran iguales y no destacan objetos de valor. Pero en la costa o el sur de Galicia se han encontrado elementos diferenciadores que indican más riqueza y poder. De todos modos, hay autores que desechan esta afirmación al considerar que las pruebas no son suficientes para afirmarlo.

En los documentos romanos aparece una figura que llaman ‘principal’ y que se traduciría en algo así como un líder de la comunidad. En cualquier grupo humano siempre hay una mínima estructura jerárquica, pero los castrexos han dejado pocas pistas para ahondar más allá de las suposiciones enfrentadas.

Castro de Baroña. Porto do Son.

Si nos basamos en ciertos estudios académicos de cabecera, en Galicia lideraría una especie de aristocracia guerrera, donde las mujeres podrían tener ciertas propiedades y los hombres se consagrarían a la actividad militar. En la última capa social se situaría una población numerosa que podría trabajar las tierras de los poderosos, aunque tampoco es un hecho confirmado.

  • CLAN. Unidad social inferior. Sus miembros tendrían un antepasado común, como si fuesen de la misma familia. Habitarían diferentes castros pero se ayudarían entre ellos como una comunidad bienavenida.
  • CENTURIA. Unidad político-militar. Cada centuria tenía un líder, al que los romanos llamarían ‘princeps’, con cargo hereditario, aunque no todos tendrían que estar vinculados por lazos de sangre. Se trata de una asociación sólo de hombres. Se cree que cada unha de estas organizaciones poseñia cultos y dioses propios, incluso territorios diferenciados.
  • POPULUS. Varias centurias agrupadas. Esta unidad tenía unos límites territoriais claramente definidos y hasta una capital, denominada ‘romu’ por los romanos. Quizás sólo fuesen simples lugares de encuentro, donde realizar trueque o establecer pactos familiares y alianzas políticas.

UN POCO DE HISTORIA

El término ‘princeps’ era utilizado por los romanos para designar a los primeros ciudadanos.

Un título de la primera etapa del Imperio romano recibido del Senado por Octavio Augusto en el año 27 a.C.

Se trataba de un reconocimiento de poder y prestigio político que buscaba conservar la esencia republicana.

En los documentos romanos sobre la cultura castrexa nombran a los princeps continuamente.

Eso demuestra que algún miembro de la comunidad tenía más poder o ejercía esas funciones.

Castro de Baroña. Porto do Son.

ESTRUCTURA FAMILIAR CASTREXA

La familia como la entendemos hoy (abuelos, padres e hijos) es un concepto tardío en la historia. Los primeros documentos que ayudan a entender como podía ser la estructura base familiar de los castrexos, llegan con los romanos. En las esquelas funerarias aparecen dedicatorias de un marido a su esposa, de unos padres a sus hijos, de una esposa a su difunto… estampas que recuerdan a nuestra actual familia. 

También parece comprobado que se trataba de un modelo patriarcal de sociedad, donde como mucho la mujer tenía un papel relevante para ciertos asuntos. En la última etapa de la cultura castrexa, a finales de la Edad del Hierro, las familias eran grandes y se cree que vivían varias generaciones en la misma casa, hasta sumar 20/30 miembros.

Algunos autores hablan de un cierto equilibrio social entre os hombres y las mujeres. Ellas poseían ciertas tierras y los hombres basaban su riqueza en otro tipo de elementos como el ganado. Pero esta balanza desaparece en el mundo político, donde toda la autoridad pasa a los hombres. Como prueba documental, los pactos de hospitalidad con los romanos siempre son firmados por ellos.

Castro do Monte do Facho. Cangas.

ECONOMÍA CASTREXA

La economía castrexa era agrícola con base de cereales y leguminosas, además de ganadera con la explotación del ganado bovino, y ovino en menor medida. También practicaban la caza, especialmente la del ciervo, corzo y jabalí, también la pesca, el marisqueo o la recolección de frutos.

A través del sistema de trueque comerciaban con metales, cerámica y productos perecederos, tanto con poblados del entorno como con otras regiones atlánticas europeas que llegaban por vía marítima. Con relación al comercio, se han hallado multitud de objetos de origen foráneo tales como joyas, vidrio o cerámica.

Con el paso del tiempo, y de las investigaciones, ha quedado destronado el supuesto de que todos los poblados tenían la misma estructura arquitectónica y urbanística. Los trazados varían en función de la zona, pudiendo ser más rectangulares o redondeados, con calles principales diferentes y otros elementos que impiden hablar de una homogeneización.

Su función no sería únicamente como asentamiento de viviendas. En Ourense, el castro de Laias consta de almacenes para guardar el excedente de grano. Mientras el de Monte do Facho en Pontevedra, aloja un santuario prerromano.

La cultura castrexa: un conocimiento en constante movimiento.

ESTRABÓN Y LOS CASTREXOS

Los textos sobre las gentes del noroeste peninsular del historiador griego Estrabón datan del siglo 4 d.C.

Durante siglos fueron la única fuente documental para conocer el funcionamento de la sociedad castrexa.

Nunca estuvo aquí, son testimonios de segunda mano. Su trabajo se limitó a recopilar textos de otros historiadores.

Los documentos se enmarcan en el contexto histórico de unos 200 años antes de la conquista romana.

Castro Monte do Facho. Cangas.

3. LA ARQUITECTURA CASTREXA EN GALICIA

Los castros son la primera construcción arquitectónica doméstica estable que aparece en Galicia y suponen la definitiva sedentarización de la población. Su ubicación busca un emplazamiento con ciertas condiciones naturales para una mejor defensa, que después se refuerza con otros elementos de protección como murallas, fosos y terraplenes.

Unos expertos priorizan la localización en función a la proximidad de las tierras fértiles de cultivo, mientras que otros siguen apuntando a estrategias defensivas.

Se calcula que en Galicia podría haber miles de poblacos castrexos con una distribución geográfica desigual por el territorio. Los expertos que investigan esta cultura, concluyen que hay una mayor presencia de poblados castrexos en áreas geográficas con monumentos megalíticos o en lugares con condiciones favorables para desarrollar una agricultura. Se establecen tres tipos fundamentales de castros en nuestra comunidad.

Castros de interior. Son los más numerosos, y están ubicados en pequeñas colinas o elevaciones, con planta circular u ovalada y amurallados.

Castros en zonas montañosas. Tienen forma oval y ocupan las laderas de montañas aprovechando el desnivel natural como defensa para añadir murallas y fosos. Son frecuentes en la parte oriental del territorio gallego.

Castros costeros. Presentan una planta de forma variada, se adaptan al terreno escarpado para establecer defensas naturales en el litoral. También disponían de murallas y fosos para reforzar la protección de la aldea.

Castro de Baroña. Porto do Son.
DIFERENCIAS ENTRE CASTROS DE INTERIOR Y COSTEROS

Los castros del litoral están construidos con piedra más robusta y trabajada y los asentamientos tenían más densidad de población. El Castro de Baroña tiene una estructura particular, con casas más alargadas de tipo rectangular, que probablemente marcaban ciertas diferencias sociales con respecto a otras zonas de las Rías Baixas de Galicia. Los castros costeros son más monumentales que los de interior.
 

A lo largo de su historia, los castros han cambiado su ubicación y estructura, enmarcados en diferentes épocas. Los primeros asentamientos se sitúan en colinas y pequeñas elevaciones y son de tamaño reducido, para dar paso a los que se asientan en valles y que ganan en extensión y población. Los anteriores al siglo I a.C. son aldeas pequeñas comparadas con los poblados grandes tardíos de finales del siglo II a.C. como puede ser el Castro de Santa Trega.

Conclusión: los castros dejan de ser aldeas para convertirse en pequeños pueblos.

Castro de Baroña. Porto do Son.

4. ESTRUCTURA DE UN POBLADO CASTREXO EN GALICIA

LA MURALLA: EL ELEMENTO PRINCIPAL

El primer elemento imprescindible del poblado es la muralla (ya sea una o varias), que pueden ir precididas de un foso. Esta fortificación amurallada se presenta como la obra más compleja y espectacular del castro. Para muchos, su principal función era la defensa de la comunidad, real o simbólica. Decimos esto porque otros expertos aseguran que esto no tiene sentido si tenemos en cuenta que no tenían enemigos conocidos. Los romanos dominaban en esa época pero les permitían levantar sus poblados. Otros apuntan a que la muralla impedía que episodios de violencia llegasen al espacio doméstico del castro.

La segunda función que parece menos polémica, es la de delimitar el propio asentamiento. Un elemento de prestigio, como en toda la Edad Media que le da poder a la aldea e intimida a posibles enemigos o acechadores. Otra pregunta que se hacen los investigadores es si el recinto amurallado podía buscar realzar la belleza del lugar escogido para levantarlo. En algunos enclaves tan estéticos y extraordinarios como Baroña no parece descabellado.

La teoría apunta a que primero levantaban la muralla y después comenzaban a construir las casas de la aldea. Pero todo son conjeturas. Si fuese cierto, significaría que priorizaban la comunidad antes que lo particular. Es frecuente encontrar restos de cabañas vegetales al pie de la muralla, lo que indica que podrían haber levantado estas casas de manera temporal mientra fortificaban el recinto.

Con la muralla finalizada, construirían las cabañas en piedra.

Castro de Baroña. Porto do Son.

LAS VIVIENDAS DEL CASTRO

Las viviendas es disponían en la parte central del castro y se elaboraban con piedra y cubierta vegetal, utilizando paja de cereales o ramas de árboles. En los grupos de construcciones se integran viviendas, corrales, almacenes y talleres. Algunas casas poseen espacios añadidos para uso agrícola o doméstico, edificación que perdudaría en Galicia durante siglos.

No tienen puertas ni ventanas y se cree que la entrada estaría ubicada en la techumbre de la vivienda, teoría reforzada por la poca altura de las paredes. La luz interior llegaría por un hueco en la parte alta que también haría las funciones de chimenea para la salida del humo producido por el fuego. Una especie de lareira que se colocaba en el centro de la planta de la casa.

La mayoría de las viviendas son circulares, pero no se trata de ninguna norma. La forma redondeada se adaptaba mejor al medio y a sus necesidades, y en eso los antiguos nos siguen sacando amplia ventaja. Es la forma natural y orgánica de construcción porque los espacios curvos son una prolongación de la naturaleza. Podemos afirmar que la casa-icono castrexa es circular con paredes de piedra y unos 5/6 metros de diámetro.

Hasta el contacto con los romanos se mantuvo esta estructura de vivienda circular con una lareira en el centro de la base. El motivo no era otro que alejar el fuego todo lo posible del techo, para reducir el riesgo de incendio. En definitiva, reproducían un modelo doméstico que tenía miles de años de antigüedad y que hemos visto en muchas culturas a lo largo de nuestros viajes, como por ejemplo en las tribus de las montañas de País Bassari en Senegal.

Pais Bassari. Senegal.
Kedougou. Senegal.

A partir de la segunda mitad de la Edad del Hierro (momento final de los castros) la arquitectura se hace más compleja y diversa con las denominadas casas-patio. Un nuevo concepto que reúne varias edificaciones cercadas por un pequeños muro, diferentes estancias con usos diversos: cocina, habitaciones, almacenes… Todo el conjunto coforma la casa propiamente dicha.

En esta época final de la cultura castrexa, las casas se empiezan a usar para expresar el poder y prestixio de las familias, sobre todo en el sur de Galicia y el norte de Portugal. Es lo que identifica a las personas, por encima del clan familiar. Algo que no resulta ajeno al mundo en el que vivimos donde la mayoría busca diferenciarse del vecino mediante la arquitectura y la edificación de su vivienda. Las relaciones de parentesco marcaban la estructura de la casa.

Con la llegada de los romanos aparecen las calzadas y las cuadrículas, una cierta planificación urbana. Un buen ejemplo es el castro de San Cibrao de Las, donde se aprecia muy bien la nueva forma de organizar el espacio.

En algunos castros se han encontrado algunas edificaciones con bancos corridos de piedra, que parecen ser lugares de reunión de la comunidad, para tomar decisiones políticas o incluso cotidianas respecto al poblado. También en el poblado de San Cibrao de Las existe un espacio central grande que no está ocupado por viviendas si no por otro tipo de edificios, y que podría orientarse a eventos ceremoniales o litúrgicos, o incluso como lugar para reunir todo el ganado.

Monte de Santa Trega. Galicia.

En el exterior del castro se encuentran los denominados ‘antecastros’, unos espacios acotados que podrían tener una utilización diversa para pastoreo, cultivo o diferentes talleres artesanos. Para abastecerse de agua solía haber pozos o manantiales en el recinto del castro, o agua procedente de pequeños ríos cercanos. También aprovechaban el agua de lluvia recogida en aljibes de piedra o en recipientes cerámicos.

Los castrexos también sabían relajarse y prueba de ellos son las numerosas saunas, ubicadas al margen de los poblados, y seguramente donde realizaban ciertos ritos iniciáticos. Se han encontrado saunas en 17 castros, construcciones de base rectangular con un horno para calentar el agua en una de las cabeceras.

Las estancias estaban separadas por muros de una sola piedra decorada que podía llegar a pesar hasta cinco toneladas. Algunas de esas losas son espectaculares, como la encontrada en el castro de Briteiros del norte de Portugal, concretamente en el municipio de Guimaraes.

Idioma portugués: a los castros se les denomina también ‘citânias’.

Monte Santa Trega. Frontera Galicia-Portugal.

5. ASENTAMIENTOS CON ALTURA: PANORÁMICAS DE LUJO

Algunos de los castros más relevantes y mejor conservados, se encuentran en entornos naturales o paisajísticos de primer nivel en Galicia. Poblados ancestrales pintorescos ubicados en montañas prominentes o sobre acantilados azotados por el océano Atlántico y con panorámicas de lujo sobre algunos de los tesoros naturales más importantes de Galicia, como las propias ilas Cíes.

Castro del Monte de Santa Tregra: con vistas a la desembocadura del río Miño dejando una panorámica brutal de la frontera con Portugal.

Castro de Viladonga: asentado en la localidad luguesa de Outeiro de Rei, sus grandes dimensiones lo convierten en una joya castrexa.

Castro de Baroña: situado en el municipio coruñés de Porto dso Son, con vistas al Monte Louro y a unas playas espectaculares. Magia pura.

Castro do Monte Facho: espectaculares vistas a la ciudad de Vigo y a las maravillosas islas Cíes. Un imprescindible de las Rías Baixas.

A Coruña. Galicia.

Pero conviene aclarar que no todos los castros se asientan en sitios elevados, más del 50 por ciento se ubican en lugares sin prominencia. Los más elevados se corresponderían con los más antiguos, según marcan los expertos. La construcción en las alturas tiene tres objetivos: el aislamiento del poblado, la visibilidad para los habitantes y con visión para controlar todo el territorio.

Sin embargo otros investigadores desechan esta teoría sobre la función defensiva de los poblados elevados y ponen el foco en el factor ecológico. Las tierras de los valles permanecen gran parte del año encharcadas de agua, empujándolos a ascender colinas arriba para encontrar un claro que sirva de base para el poblado. En este caso, sería una cuestión de supervivencia.

Nuevamente vemos opiniones enfrentadas en el campo académico alrededor de esta cultura llena de incógnitas. Pero lo cierto es que conforme avanza el tiempo, los castros se construyen cada vez más en zonas bajas cercanas a las tierras de cultivo, lo que apoyaría la teoría de la ubicación por motivos de subsistencia y no por razones defensivas.

Llegado este punto nosotros nos preguntamos ¿por qué han de ser incompatibles?

Monte de Santa Trega. Galicia.

CASTRO DE SANTA TECLA / SANTA TREGA) – A GUARDA (PONTEVEDRA)

El castro de Santa Tecla (en galego Santa Trega) es el más emblemático y visitado de nuestros poblados castrexos. Fue declarado Monumento Histórico Artístico Nacional en el año 1931 y también tiene la consideración de Bien de Interés Cultural. En varias piedras del monte se encuentran petroglifos elaborados 2.000 años antes de la ocupación del castro, lo que indica tuvo una ocupación continuada.

Las tesis de investigación argumentan que se mantuvo habitada entre los siglos I a. C., al poco de comenzar el proceso de romanización de Galicia, y el siglo I d. C. cuando se inició un lento proceso de abandono. 

Castro de Baroña. Porto do Son.

CASTRO DE BAROÑA – PORTO DO SON (A CORUÑA)

A pesar de repetirnos, queremos insistir. Ninguno tan especial como el castro de Baroña situado en Porto do Son (A Coruña), a orillas de una playa espectacular y con vistas al cautivador Monte Louro. El sitio es impresionante y mágico. Sobre todo a la hora del atardecer, cuando los rayos de luz se vuelven toda una obra de arte viva entre las piedras y las rocas.

El asentamiento está construido en una península, situándose su ocupación en los siglos I a. C. al I d. C. Poseía dos murallas a su alrededor y se conservan veinte viviendas de planta circular. En el istmo que une el poblado al castro se excavó un foso de cuatro metros de ancho y tres de fondo que constituye una primera línea de defensa. Un sendero lleva al sector más alto del poblado, en el que también hay construcciones.

Monte do Facho. Cangas.

CASTRO DO MONTE DO FACHO – CANGAS (PONTEVEDRA)

El castro situado en el Monte do Facho es otro de los que presume de una vista de lujo sobre la conocida como Costa de la Vela. Se trata de un yacimiento galaico romano localizado en la cima de un monte llamada O Alto do Facho, un lugar mágico que durante siglos ha albergado distintas culturas. Incluso diversas manifestaciones de la propia vida local de la comarca, como un poblado ubicado en la ladera este del siglo X a.C. hasta el s. VI a.C., justamente cuando surge este poblado castrexo.

Una pequeña aldea fortificada que permanecerá hasta el siglo I a.C. de lo que quedan las murallas, el foso, o las piedras que conformaban sus viviendas y que hoy cubren las laderas del monte. Un enclave donde había un santuario y donde se encuentran más de 150 altares, en los que hace casi 2.000 años debió ser un bosque de aras levantadas sobre la cumbre del monte.

Pero en este punto hemos venido a hablar de las panorámicas especiales que ofrecen ciertos castros y en este caso lo que nos ofrece esta perspectiva es una mirada de las islas Cíes impresionante, con la escarpada Costa de la Vela, sus faros, su oleaje y con la ciudad de Vigo hacia el otro lado.

Un imprescindible de cualquier ruta que recorra el sur de las Rías Baixas.

Solamente son algunos ejemplos de los muchos castros de Galicia, pero hay muchos más que iremos visitando a lo largo de esta singladura virtual. Poco a poco iremos descubriendo otros poblados con menos fama, pero igual de interesantes y valiosos como patrimonio cultural de nuestra comunidad.

Porque es necesario saber qué fuimos, para saber quiénes somos.

En nuestra querida wikipedia, hemos visto que existe un anexo con casi 200 castros gallegos agrupados por provincias y con la ubicación exacta y enlaces a sus páginas específicas dentro de esta enciclopedia virtual. No es que sea la biblia, pero podéis acceder para consultar las rutas según las áreas geográficas. Será más fácil englobar varios dentro de todos los itinerarios posibles que giran en torno a estos poblados castrexos.

Castro de Baroña. Galicia.

6. LAS INCÓGNITAS SOBRE LOS RITOS FUNERARIOS

Nada se sabe acerca de la cultura de la muerte de los castrexos y todo lo que ha dado la investigación arqueológica y académica son interpretaciones, totalmente relativas que nos pueden llevar a equívocos. Quizás nunca sepamos nada a ciencia cierta. No se han encontrado restos de enterramientos, ni lugares funerarios que puedan arrojar pistas sobre el tema del más allá para estos antepasados.

Algunos expertos teorizan sobre una posible incineración de los cuerpos pero sin enterrar las cenizas, o sobre una supuesta exposición de los cadáveres al aire libre para ser pasto de animales y aves rapaces. Descoloca un mundo funerario que no parece tener nada que ver con las comunidades de la Península Ibérica pero si con otras culturas atlánticas coetáneas que no dejaban huellas evidentes de la muerte, que no siempre se prodiga con manifestaciones culturales.

La actividad religiosa de los moradores de los castros era muy intensa, prueba de ello es un amplio panteón con un centenar de dioses, como demuestran las inscripciones de la época galaico-romana. Se cree que realizaban frecuentemente cultos o rituales de sacrificio relacionados con elementos de la naturaleza, aunque no se han localizado construcciones con una finalidad religiosa.

Castro de Baroña. Porto do Son,

Los investigadores nombran divinidades autóctonas como Cosus, el dios de la guerra, Bandua, una figura protectora de la comunidad, o Navia, la diosa de los ríos y valles. Otras divinidades protegían los animales, los bosques, la fecundidad, el ganado o las cosechas, como era común en muchas culturas antiguas.

Viendo esta foto superior recordamos como empuja la geología gallega hacia lo divino. Los perfiles de las rocas hacen volar la imaginación hacia el cielo y el más allá. Esculturas pétreas que recuerdan a perfiles de gigantes y dioses como los que rodean también al MONTE PINDO: OLIMPO CELTA DE LOS DIOSES, situado no muy lejos de Baroña.

Se conocen unos cien nombres de dioses castrexos, pero ¿son distintos o corresponden a la misma deidad?. En las comunidades antiguas no es extraño que la misma entidad se designe con distintos nombres según la zona geográfica. Por si fuera poco, desconocemos sus ritos funerarios y tampoco se han encontrado necrópolis, ni vestigios de cuerpos de los difuntos como restos óseos o sustancias químicas.

Lo que si aseguran los estudios es que la religión era un fenómeno social y que los rituales conformaban unha parte fundamental. Algunos autores relacionan estas creencias castrexas con otras célticas e indoeuropeas. Si esto es cierto, los dioses se podrían agrupar en tres clases que exponemos a continuación.

Pero aquí todo es incierto. Y ese halo de misterio perdura en el tiempo, al igual que sus construcciones.

Monte do Facho. Cangas..

1. Divinidades. Primera función. Tenían la soberanía del poder en un doble aspecto mágico y jurídico. Entre ellas destaca un dios conocido con la advocación romana de Júpiter, que solía recibir culto en la cumbre de los montes considerados sagrados.

2. Dioses de la guerra. Segunda función. Este tipo englobaría el grupo que forma el dios Cosus bajo las distintas variantes locales. Un culto que rendiría la aristocracia militar al tratarse de dioses guerreros. Combaten individualmente y utilizan los gritos y otros medios de carácter simbólico con la finalidad de paralizar al enemigo. Algunos autores indican semejanzas con las peleas de los guerreros castrexos. Si fuese así, se confirmaría la coincidencia entre mitología y religión. Pero otros expertos están en desacuerdo.

3. Dioses de la fecundidad y de la riqueza. Tercera función. Se trata de los más numerosos y se pueden establecer distintos grupos según sus áreas de competencia. Divinidades acuáticas, de vegetación, protectores del ganado o vinculados a la cultura funeraria.

Castro de Baroña. Porto do Son.

7. PARALELISMOS: RELIGIÓN CASTREXA Y GALICIA MÁXICA

Las divinidades del panteón castrexo permiten establecer un paralelismo entre la religión castrexa y el folclore gallego actual, o eso indican algunos especialistas. Porque como hemos visto hasta ahora, la cosa no está para pillarse los dedos en esta cultura. Juzguen y vean, que decía el otro.

Los dioses del camino, conocidos con el nombre latino de ‘lares’, son entidades de carácter funerario encargadas de conducir a las almas de los muertos al ‘Alén’, o para entendernos, al más allá. Se les rinde culto en las encrucijadas, donde se supone que convergen las ánimas de los difuntos. En ellas se levantan monumentos en los que se realizaban libaciones de aceite o de otros productos.

Esto nos pone en la pista evidente del folclore actual de esa misma encrucijada, a la que acude la Santa Compaña, que podemos definir como agrupaciones de ánimas de difuntos que no forman parte ni del cielo ni del infierno. Coincide la existencia de la figura del ‘cruceiro’, columnas similares a las mencionadas pero coronadas por un crucifijo, y elaboradas también en piedra.

Para los que no conozcan a la Santa Compaña explicaremos brevemente que se trata de una leyenda popular de Galicia sobre una procesión de ánimas.  Pero no es única de este territorio galaico, ya que está también presente en la mitología asturiana, donde es conocida como La Güestia, y en zonas de León, o el norte de Portugal, bajo la denominación de ‘Estantigua’.

Castro de Baroña. Porto do Son.

En Extremadura aparece como un Cortejo de Gente de Muerte compuesto por dos jinetes fantasmales que causan de madrugada el pánico por los pueblos, ya que quien los divisa, puede resultar muerto. Se llame como se llame, son anunciadoras del paso al otro barrio. Lo de denominarla ‘santa’ no se trata de una contradicción, si no que se supone que tal etiqueta actuaría como una defensa supersticiosa. En realidad se trata de una antigua leyenda pagana que fue cristianizada con el paso del tiempo.

Hablaremos mucho más de las historias que ha dejado la Santa Compaña en nuestra sección de GALICIA MÁXICA. En la cultura popular gallega se dice que en los castros habitan seres mágicos como las mouras, mujeres hermosas y encantadoras que engatusanry engañam a los hombres con sus dotes de persuasión. Los mouros son pueblo mágico artífice de los castros, las mámoas y los petroglifos, que esconden sus tesoros y riquezas bajo la tierra.

Pronto os hablaremos de todas estas figuras mágicas que habitan en nuestro submundo fantástico galaico.

Monte do Facho. Cangas.

8. CONTROVERSIA: ¿ERAN CELTAS LOS CASTREXOS?

Aprovechamos este apartado para mencionar un tema que ha generado controversia durante muchos años, quedando relegado en la actualidad a un plano secundario. Nos referimos al debate polémico que establece un nexo entre la cultura celta y la castrexa. Esta última se desarrolló en la Edad de Hierro, sobre un fuerte substrato indígena de la etapa final de la Edad de Bronce. Y llegado este punto aparece la controversia sobre el celtismo castrexo.

A este componente ‘pre-castrexo’ se sumaron influencias culturales centroeuropeas, atlánticas y mediterráneas bien documentadas. Las primeras serían consideradas tradicionalmente celtas e de ahí la identificación con el celtismo, errónea según la mayor parte de los investigadores. Más tarde, los castrexos se verían absorvidos por la conquista del Imperio llegado de Roma, aparece entonces la cultura galaico-romana.

Según los hallazgos de epigrafía galaico-romana, se interpreta que existía un idioma indígena denominado posteriormente lengua galaica. Estaría emparentado con lenguas célticas y sería sustituido más tarde por el latín como lengua oficial, aunque conservando ciertas términos pre-romanos. Hay dos rasgos que si parecen compartir las dos culturas.

Similitudes linguísticas (asentadas fundamentalmente en la toponimia o las divinidades) y otras semejanzas culturales influenciadas por los intercambios comerciales por vía marítima. Pero esto no confirma que los castrexos fuesen celtas, si no que poseen influencias célticas.

En la cultura popular se sigue ligando a ambas culturas, aunque en el ámbito académico es una teoría muy descartada. Recordamos que no existe a día de hoy (octubre 2020), ninguna evidencia testada que confirme siquiera el paso de los celtas por Galicia. Pero a pesar de la explicación de la mayoría de especialistas e historiadores, muchos se resisten a perder esa idea de la unión de ambos mundos.

Una prueba más del fuerte arraigo de la cultura celta en el imaginario popular gallego.

TEORÍA DEL CELTISMO CASTREXO

Esta visión apoya el celtismo como esencia principal de la cultura castrexa en Galicia, basándose principalmente en las fuentes literarias de autores clásicos como Avieno y Estrabón del que ya hemos hablado a lo largo de este artículo. Avieno cita los ‘saefes‘ o serpientes celtas que invaden el territorio del noroeste peninsular y se imponen por la fuerza a la población autóctona, los oestrymnios. Mientras Estrabón cita a los ‘celtici’ como pobladores del noroeste de Iberia.

La base linguística de la teoría es la que tiene más peso. El panteón de dioses de la cultura galaico-romana indica una base celta en la cultura castrexa. Al igual que la toponimia o hidronimia con nombres de origen céltico como Iria, Limia, Miño, Tambre, Deva, Navia, Brigantia, Gallaecia. Todo esto considerando la lengua galaica como una lengua céltica o protocéltica.

A Coruña. Galicia.

Las fuentes literarias romanas denominaban celtas a la población del noroeste y a su lengua la consideraban céltica. Quizás en eso radique el origen de este debate, porque lo cierto es que los castrexos no practicaban la escritura y poco se sabe sobre su lengua, fuera de la aportación de la documentación romana en la última etapa.

La arqueología ha aportado los torques, una pieza representativa de la orfebrería castrexa, que tiene origen celta y es uno de los símbolos propios de esta cultura. Los podéis ver en fotos en el siguiente apartado sobre los Hallazgos Arqueológicos de la Cultura Castrexa.

A esto sumamos que en el siglo XIX, historiadores del celtismo como Manuel Murguía, señalaron a los celtas como fundadores de la nación gallega. En la posguerra del siglo XX, muchos se opusieron a esta hipótesis por denostar la ideología nacionalista que la defendía.

Castro de Baroña. Porto do Son.

OPOSITORES A LA VISIÓN CELTISTA

Esta teoría considera que la cultura castrexa desarrollada en la Edad de Hierro no era exclusivamente celta, sino fruto de diferentes influencias culturales. Los castrexos serían una cultura autóctona del noroeste peninsular con influencias mediterráneas y centroeuropeas, sin que implique necesariamente una invasión o dominación celta.

Se apoya en la idea de que los celtas que llegaron a Galicia no eran tan numerosos como para someter a toda la población autóctona, sino que ambas culturas, los oestrymnios y los celtas, se fusionaron. Esta visión indica además que los restos arqueológicos de la cultura castrexa no corresponden exactamente con las culturas celtas de Hallstat (Austria) y La Tène (Suiza), sino que tiene más vínculos con las mediterráneas.

Recordamos que los celtas son originarios del sur de Alemania, el entorno del Rhin y del Danubio en Austria, y llegaron a la Península en dos grandes oleadas entre los años 950 y 650 a.C desde el Mar Caspio y el Cáucaso. Se instalaron en Galicia a través del río Sil, procedentes de la meseta.

Una larga polémica que enfrenta a los entusiastas del celtismo galaico, que para muchos ven una huella celta detrás de cada aglomeración megalítica, frente a los más escépticos que reclaman un mayor rigor científico para documentar en firme la historia de Galicia.

Para entender mejor la relación de la cultura de Hallstat y La Tène con la cultura celta podemos remontarnos a la cultura de las urnas, sociedad agrícola que se había formado en el centro de Europa, desde los Alpes al Mar Negro, durante la Edad de Bronce, al mismo tiempo que se desarrollaba en el sur de Alemania y Francia la cultura de los túmulos, que era una sociedad pastoril. Los pueblos de la cultura de las urnas se extendieron hacia los Balcanes, Italia, Grecia y también hacia Occidente, originando procesos de aculturación con los pueblos de los túmulos. Como consecuencia, aparecen en Centroeuropa los pueblos celtas.

A partir del 800 a.C., de la mano del desarrollo del hierro, surge en Austria la cultura de Hallstatt, que se extiende rápido hacia el sur de Alemania y noroeste de Francia. Hacia el 500 a.C. surge en el centro y occidente de Europa la cultura de La Tène, que se extiende desde los Alpes hasta el mar del Norte. Se considera que la cultura de Hallstatt estaba conformada por distintos pueblos y en cambio la cultura de La Tène estaría conformada mayoritariamente por celtas.

Castro de Baroña. Porto do Son.

ÚLTIMAS INVESTIGACIONES GENÉTICAS

El debate sobre el origen celta de los gallegos ya no sólo corresponde a la lingüística y la arqueología, ahora se añade una nueva línea de investigación científica muy rigurosa: la genética. El gallego Ángel Carracedo, catedrático de Medicina Forense de la Universidad de Santiago lleva años investigando sobre los movimientos de poblaciones en el noroeste de la Península Ibérica comparando patrones genéticos.

Algunos historiadores actuales están convencidos de que los celtas fueron una de las grandes civilizaciones del mundo, y donde Galicia jugó un papel central para su expansión, arrastrando el celtismo hacia la otra orilla del Atlántico. Pero el primer escollo para rubricar esta teoría lo pone la genética.

Según los estudios de Carracedo, hace más de 20.000 años y tras la última glaciación, los primeros europeos se refugiaron del hielo en la franja norte de la Península y desde Galicia, emigrando hacia Irlanda y Gran Bretaña, antes de regresar al viejo continente por la Bretaña francesa. Su equipo señala que no es su competencia determinar si esos hombres que migraron a Irlanda eran celtas. Al factor genético hay que sumar el histórico, arqueológico, toponímico y lingüístico para forjar hipótesis sólidas que confirmen esa herencia celta.

Otros incluso defienden que los supervivientes al hielo llegaron a Galicia siguiendo la constelación de la Vía Láctea, el primigenio Camino de Santiago. Sería una buena promoción para impulsar el legado de Breogán de la mano del turismo mágico y místico en Galicia.

Castro de Baroña. Porto do Son.

Investigaciones biogenéticas realizadas en la Universidad de Oxford en la última década indican que la cultura céltica británica procede de Galicia, desde donde se extendió a Irlanda, tal como relata el mito de Breogán en el Libro de las Invasiones de Irlanda. Esta hipótesis enmarcaría la cronología de la cultura céltica ya desde el Neolítico, en el segundo milenio a.C., cuando se estaba formando esta cultura atlántica.

Estos primitivos habitantes de la zona del Mar Negro, unos emigraron por el río Danubio hasta Centroeuropa, que se correspondería con la versión más clásica, pero otros navegaron por el Mediterráneo, que era lo más fácil en aquella época. Bordeando Grecia, Egipto, Italia y la Península Ibérica, donde se acabaría asentando esta cultura marinera. Los protoceltas. Teorías modernas que no suelen gustar a historiadores y académicos que llevan medio siglo afirnando de que los celtas son originarios de Centroeuropa.

Nuevos proyectos científicos buscan estudiar ahora la genética comparando no solamente a españoles, ingleses e irlandeses, sino con habitantes de otros países de Oriente Medio, en la zona del Mar Negro o en el norte de Grecia, como es Tracia, y que pueden dar muchas sorpresas. Mientras tanto, historiadores, arqueólogos, antropólogos y lingüistas no se ponen de acuerdo y el origen del celtismo sigue a debate en congresos internacionales y en numerosas investigaciones que buscan zanjar la eterna duda sobre el origen celta de Galicia.

Pero ni todo el pasado de Galicia se explica sólo con el celtismo, ni el legado celta se asienta únicamente sobre un mito sin valor histórico.

CULTURA PROTOCELTA

  • No es propiamente celta pero se va configurando una cultura y una lengua poco a poco.
  • Una cultura celta primitiva con una lengua que se habla en la Península, Francia y en las islas británicas.
  • La lengua sigue siendo reconocida como nacional en Irlanda, Escocia, Gales y la Bretaña francesa.

OLIMPO CELTA EN MONTE SEIXO – CERDEDO
La montaña sagrada de O Seixo, los petroglifos y el laberinto atlántico de Mogor. Todos los mitos y leyendas del Olimpo celta puestos bajo la lupa científica, sometidos al exigente escrutinio de la genética, la arqueología y la lingüística para discernir la realidad de la mitología

 

El celtismo galaico tiene su particular Olimpo en lo alto de Monte Seixo, en Cerdedo (Pontevedra). En la cima hay un portal megalítico (portalén) donde el etnógrafo Carlos Solla marca la frontera entre el reino de los vivos y los muertos de la cultura celta. Cuenta que atravesarlo requería todo un ritual que obligaba a cruzarlo de este a oeste en completo silencio, portando una pequeña ofrenda y regresar desandando los propios pasos. Para este espacio plagado de símbolos, lagunas y energía telúrica, al que se accede siguiendo un extraño sendero de piedras, Solla reclama la consideración de «monte sagrado» y lo compara con la «Cidade da Cultura del Gaiás o un parque temático del mundo celta» por la intensa acumulación de leyendas en pocos metros.

Tierras  que dieran cobijo, entre otros muchos,  a celtas, a judíos y a romanos y a un rosario sinfín de peregrinos de toda clase y origen,  que por meritos más que sobrados son parte indivisible de ese maravilloso entramado antropológico que más de uno ha denominado la España Mágica. Tierras que por su proverbial inaccesibilidad antaño disuadieran a los moros,  tanto,   como retrasan hoy en día a los esforzados constructores del AVE, pero que según cuentan no fue tamaña adversidad obstáculo alguno para los descendientes de Noé, que, tras superar su éxodo diluvial  fundaran Noya, ni tampoco impidiera a Santiago Apóstol arribar por Padrón y ser enterrado en el Campo de la Estrellas, más conocida por Compostela.

Aquellas tierras, que con la imaginación y la socarronería que les es propia a los nacidos entre O’Cebreiro y Fisterra, sirvieran también de caldo de cultivo  de tantos mitos y oscuras leyendas como la de la Santa Compaña y las de los lunáticos licántropos. Tierras de taumaturgos, de mouros y  de meigas,-  que haberlas haylas-, que con sus mágicos ajetreos y encantos rivalizaron, hasta hace bien poco, con los más convencionales sahumerios y pócimas de  más cercanas ascendencias hipocráticas. Cultos, como sus diversas zoolatrías y metamorfosis que por seguro arrancan de los mismísimos Rómulo y Remo, y que  fueron gestándose en oscuros encuentros terrenales  entre zoántropos hartos de orujos varios y algunas crédulas y otras  no tanto. Y otros mitos, mas marítimos, como aquel en el que se atribuye al origen del primer finisterrano al fruto del  engarce mágico, por no poder  ser  del todo carnal,  entre un lobo marino oriundo de las  cercanas islas Lobeiras y una simpática sirenita que aleteaba por allí…
Pero no siendo este sitio para mayores divagaciones y encantamientos  sobre estas tierras de clima tan singular, de olas que preñan a las vírgenes,  de plenilunios  sofocantes,  zarzuela de celtas y judíos y  lóbregas procesiones de  hoces y cruces, oscuros espectros   y demacradas  matronas, les propongo una visita a  uno de mis lugares preferidos de toda la particularísima geografía esotérica gallega. Tan es así, que cuando tenga a bien en hacer públicas mis últimas voluntades transmitiré a mis herederos, junto a mí escaso y menguante  caudal,  la gran responsabilidad de esparcir mis cenizas por tan emblemático lugar:

El Director del Instituto de Estudios Celtas y profesor emérito de la Universidad Nacional a Distancia de España, Ramón Sainero, ha publicado con la editorial Akal “Los orígenes de la leyenda de Breogán”, un pequeño libro en el que recoge de forma didáctica las evidencias científicas y otras fuentes históricas que apuntan hacia la llegada de los brigantes del noroeste de la Península hacia las islas Británicas, donde fundaron el reino de Irlanda, y a unos orígenes que se remontan a Tracia y que llegan por mar cruzando el Mediterráneo. Las últimas investigaciones en el campo de la genética revelan coincidencias entre las islas y la cornisa cantábrica y auguran cambios en las teorías más respaldadas respecto a las migraciones en el mundo antiguo.

¿Cuál es el origen de este trabajo?
Mi línea de investigación es sobre las relaciones del Occidente Atlántico, de cómo el pueblo de los brigantes, de la zona de A Coruña-Betanzos, embarca a las islas británicas y conquista Irlanda y después pasa a Escocia. Curiosamente los escoceses se consideran descendientes del clan de los milesios. Los milesios son los hijos de Mil de España, de la ciudad de Brigantia. La figura de Breogán es muy importante no solo en España sino también en Irlanda y en Escocia puesto que está en su pasado histórico y cultural. Entonces sería bueno separar el grano de la paja, lo que hay de real y lo que es leyenda. En el libro intento mostrar cómo se fue forjando la figura de Breogán y cómo eso dio pie a hablar de su clan y del reino de Brigantia. El reino de Brigantia y los brigantes son totalmente históricos y la figura de Breogán existe en una serie de nombres en Irlanda y en Escocia. Se considera incluso que ha dado pie al apellido O’Brian, pero bueno, eso ya no es demostrable como un dato científico real, es una posibilidad solamente. Lo que sí es científico es que un genetista de la Universidad de Oxford, Bryan Sykes, demuestra, haciendo análisis de sangre a 10.000 habitantes de la zona del Cantábrico y de Irlanda e incluso de Inglaterra que más del 70% de los irlandeses tienen en la sangre el ADN que existe en Galicia y en todo el Cantábrico. Es una prueba científica importante. Catedráticos de Oxford y de Gales nos hablan de la primitiva relación que había en la zona del Cantábrico y Galicia con las islas británicas. Todo eso va mostrando cómo este clan de los brigantes existió y se asentó en las islas británicas.

¿La investigación genética puede deparar sorpresas, hacer repensar la historia antigua?
Sí puede haber sorpresas porque todavía hay que estudiar la genética comparando no solamente la de españoles, ingleses e irlandeses, sino con habitantes de otros países, que pueden estar en Oriente Medio, en la zona del Mar Negro, en la zona norte de Grecia, como es Tracia, y las sorpresas pueden ser enormes.

Porque en su teoría traza un peregrinaje que llegaría a la Península por el Mediterráneo y que incluso tiene influencias egipcias.
Efectivamente. La teoría de la que yo hablo en este y en otros libros, como “Los orígenes celtas del reino de Brigantia: la génesis de España”, es la misma que ofrece el catedrático de Arqueología de Oxford Barry Cunliffe, que también dice que posiblemente el origen de los celtas más antiguos de Europa no está en Centroeuropa sino en la Península Ibérica. Herodoto en el siglo V antes de Cristo, en sus historias nos dice que los celtas más antiguos están en la zona del Suroeste de la Península Ibérica, la primitiva Tartessos, y que estos celtas luego, según otros historiadores clásicos, de la zona del Guadiana y del Guadalquivir, donde vivían, suben y se asientan en la zona sur de Galicia, actualmente también norte de Portugal, que serían luego los celtas. Los primitivos manuscritos de las islas británicas, tanto de Gran Bretaña como de Escocia y de Irlanda, hablan de un pueblo que venía de la zona del Mar Negro, la Tracia por así decirlo, y por el Mediterráneo se asienta temporalmente en Egipto y luego llega al sur de la Península Ibérica y de allí sube a la zona de Galicia, crea el reino de Brigantia, construyendo una torre, la torre de Breogán, y se embarcan a las islas. Y esto ya no son solamente leyendas de si hay celtas o no hay celtas, los podemos llamar como queramos, ellos nunca se llaman celtas a sí mismos, se llaman escotos, lo que sí hay, sea su nombre celta o no celta, es una gente con una serie de pruebas arqueológicas, históricas, literarias, lingüísticas y por último de ADN que viven en la zona del Cantábrico, que tienen un reino que es Brigantia, en la zona de A Coruña-Betanzos, y que desde allí invaden las islas británicas y fundan el Reino de Irlanda, y eso sí son datos que considero importantes y hasta concluyentes.

¿Se pueden esperar avances en el futuro en esta dirección?
Creo que sí, aunque no guste a historiadores, a académicos que llevan cuarenta o cincuenta años hablando de que los celtas son originarios del centro de Europa. Pero estas líneas de investigación, apoyadas con toda esta información que estoy señalando, apuntarán a que de estos primitivos habitantes de la zona del Mar Negro, unos emigraron por el río Danubio hasta Centroeuropa, que es lo que se conoce como típico de los celtas, y otros navegaron por el Mediterráneo, que era lo más fácil en aquella época, emigrar navegando, bordeando Grecia, Egipto, Italia y la Península Ibérica, donde se asientan. Podemos hablar de protoceltas, gente que no lo son pero que van configurando una cultura y una lengua que se va transformando y que termina en un celta primitivo que se habla en la Península Ibérica, en Francia y en las islas británicas, y que sigue siendo lengua nacional en Irlanda, en Escocia, en Gales y en la Bretaña francesa, por ejemplo.

A Guarda. Galicia.

9. HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS DEL ARTE CASTREXO

En todas las culturas antiguas, las joyas siempre han marcado diferencias de clase y de poder. La cultura castrexa no podía ser menos y eran símbolo de autoridad y de prestigio social, además de tener su valor ornamental. Igual que en la actualidad, eran objetos reservados a una élite. Extraían el oro con un sistema artesanal, sobre todo con el bateo en los ríos, técnica que perfeccionarían los ‘listos’ de los romanos tras su conquista del noroeste peninsular.

Hay numerosas y valiosas piezas de decoración en piedra, oro y otros elementos que se pueden visitar en las exposiciones de los espacios museísticos del Monte de Santa Tecla en A Guarda o de San Cibrao de Las en Ourense, donde además se ubica el Parque Arqueológico de la Cultura Castrexa.

LAS JOYAS CASTREXAS: SÍMBOLO DE ESTATUS

Dentro de este símbolo de estatus y de prestigio en la cultura castrexa, destacan los torques, unos collares rígidos que se curvan sin cerrarse, utilizados por los hombres. El de mayor tamaño y peso encontrado en Galicia fue elaborado con casi 2 quilos de oro macizo. Las arracadas eran pendientes femeninos, al igual que las diademas, prendedores de pelo, brazaletes, colgantes, alfileres y amuletos.

Imagen: Concello de Burela. Corque de Burela.
Imagen: Wikipedia. Castro de Leiro.

Su evolucionada técnica del oro nos ha dejado piezas tan espectaculares como el corque de Burela o el casco de Leiro datadas en torno al 600/700 a.C. No está claro si se trata de un distintivo para toda una comunidad o para una sola persona con capacidade de poder y riqueza para encargar joyas como estas de proporciones extraordinarias.

El oro es un símbolo de rango desde el Neolítico (6.000 a.C.) para marcar jerarquía: brillante, duradero y recuerda al mundo de lo divino.

Vivienda castrexa. Galicia.

LA PIEDRA EN LA CULTURA CASTREXA

La piedra, la cerámica y los metales es lo que trabajaban los castrexos, o eso demuestran los hallazgos en las excavaciones arqueológicas. La piedra era fundamental para esta sociedad antigua, no sólo utilizado para construcción, si no también para a realización de objetos de uso cotidiano como molinos, bebederos para animales o moldes para fundición, y otras herramientas.

Hasta ese momento la piedra sólo se había utilizado para tumbas funerarias y los castrexos comienzan a utilizarla en las viviendas, que además decoraban con pinturas. También la utilizan para creaciones artísticas como las esculturas de guerreros armados, de cabezas cortadas o las representaciones de animales. Beben de influencias centroeuropas, ibéricas y mediterráneas. Lo que confirma el gran flujo de intercambio comercial y cultural.

Las estatuas de guerreros podrían ser héroes divinizados o tener una utilidad funeraria, pero siguen siendo cábalas sin base alguna. Las cabezas cortadas son comunes del noroeste peninsular y las zoomorfas de la zona sur del país. No es fácil saber que animal quieren representar y se cree que podrían cumplir un papel protector del ganado.

Imagen: MusaqOurense
Imagen: MusaqOurense

Algunos investigadores explican que estas figuras se construyen bajo la influencia de Roma con su ‘permiso’. Lo que busca el Impero es aculturar, le interesa tener colaboracionistas y eso hicieron los castrexos. No podemos decir que estas esculturas representen a un jefe del poblado, son sólo hipótesis. Las cabezas cortadas son frecuentes en esta etapa de la historia en zonas de la Europa central y atlántica, actuando como protección de defensa simbólica contra los malos espíritus o el mal de ojo.

CERÁMICA CASTREXA

Para la cerámica, utilizaban diferentes técnicas decorativas que variaban según el área geográfica. El metal más trabajado es el bronce: cubos, puntas de lanza, empuñaduras, cuchillos, anillos, collares y otras joyas como diademas o brazaletes. La parte plástica se conserva la mayor parte sobre piedra, esculturas o labrados que representan diversas figuras. La cerámica es una de las evidencias fósiles más importantes desde el Neolítico para estudiar la vida de los pueblos antiguos.

Es una herramienta muy valiosa porque define usos, tiempos e cuestiones territoriales.

PARQUE ARQUEOLÓGICO DE LA CULTURA CASTREXA

(SAN CIBRAO DE LAS – OURENSE)

Castro de Santa Tregra. A Guarda.

10. UN CONOCIMIENTO EN CONSTANTE MOVIMIENTO

En la actualidad, los trabajos arqueológicos siguen arrojando luz al estudio de una época sobre la que todavía sabemos muy poco. Hay excavaciones activas (con fecha de marzo 2020) en castros como A Lanzada y Monte do Castro en Pontevedra, Elviña en A Coruña, San Cibrao de Lás en Ourense o Castromaior en Lugo. La investigación es prioritaria para avanzar en el conocimiento de una cultura llena de incógnitas.
 
Los centros de interpretación, como el Parque Arqueolóxico da Cultura Castrexa San Cibrao de Lás en Ourense, no resultan suficientes, si no dotamos de recursos económicos a las investigaciones académicas. De nada vale excavar unos restos y dejarlos casi abandonados. Y por desgracia, eso ocurre más de lo que parece. Y en esta línea, los expertos piden más fondos para poder realizar nuevos proyectos. Así que por insistir, que no quede… porque como bien sabemos: ‘o que non chora non mama’.
Muros. A Coruña.
En Galicia hay tantos castros, que a veces tenemos la sensación de que la administración pública y patrimonial los infravalora por su abundancia. Pero cada uno de ellos tiene su particular relevancia, y nunca se sabe qué puede esconder un nuevo yacimiento bajo siglos de sedimentos. Quizás sea ese que desechamos, el que nos puede dar respuestas a algunas de las preguntas que todavía debaten historiadores y arqueólogos en la actualidad.
 

Los renovados intereses por aspectos como la religión, la agricultura, la minería o la pesca, además de su estructura socioeconómica, seguirán aportando nuevas perspectivas a su aprendizaje como pueblo. Al fin y al cabo, ellos fueron los protagonistas de la primera gran transformación del paisaje del noroeste peninsular.

Han pasado muchos siglos pero la mayor parte de sus secretos continúan a buen recaudo.

Quizás las mouras se encarguen de preservarlos. 

TOURS EN CASTROS

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