El centro histórico de Altea es un gran mirador natural, porque donde menos lo esperas aparece un balcón con unas vistas excepcionales al mar. Pero no sólo de océano vive el hombre y las pequeñas cosas la engrandecen, los detalles suman.
Flores de colores en las ventanas, enredaderas que cuelgan de los edificios, tiendas de artesanía local, azoteas con vistas donde te quedarías a vivir, bares con solera y buena conversación, terrazas acogedoras al sol y restaurantes donde reponer fuerzas.
No le falta de nada para pasar un día tranquilo, como debería ser obligado en un entorno mediterráneo.