En tiempos de la conquista española, siglo XV, la isla de La Palma era conocida como Benahoare y se encontraba dividida en 12 cantones. Cada uno de ellos gobernado por un mencey, considerado la máxima autoridad en su territorio. Los pobladores de la isla, conocidos como benahoaritas, vivían del pastoreo y la recogida de frutas y raíces de plantas.
Tras varios intentos de ocupación por parte de las tropas enviadas por los Reyes Católicos y una larga batalla, el mencey de Aceró, cantón de La Caldera, es el último en someterse, tras sufrir una emboscada por parte de Alonso Fernández de Lugo.
Una vez incorporada La Palma a la Corona de Castilla, y como compensación por los servicios prestados a la conquista, se conceden lotes de terrenos en base a la participación en la batalla y la posición social. Todas las tierras y aguas de la Caldera fueron donadas al lugarteniente de Alonso Fernández de Lugo, que permite el uso comunal para pasto de ganado.
El cultivo de la caña de azúcar, cuya exportación tuvo una gran importancia en la economía de la isla durante el siglo XVI, requería de un elevado consumo de agua. La riqueza de las aguas de la caldera motivó grandes enfrentamientos a lo largo de la historia. Hoy en día el uso lo regula el Heredamiento de las Haciendas de Argual y Tazacorte, compuesto por 1.800 socios, que se reparten las aguas cada 10 días.