En la mayoría el acceso es gratuito aunque en algunos tan demandados como Sabucedo, se cobra una pequeña entrada. Una tradición ancestral que recibe la atención de antropólogos y estudiosos de todo el mundo.
Una experiencia turístico-etnográfica no exenta de detractores por el estrés y los golpes que reciben los caballos, además de la innecesaria marca a hierro fundido. En una época donde la conciencia del bienestar animal va en aumento, no lo queremos pasar esto.
En los montes gallegos viven miles de caballos salvajes, pero su población desciende sobre todo en algunas especies concretas autóctonas. El número de ejemplares en Galicia se redujo a la mitad en la última década debido al abandono del monte y a polémicas regulaciones.
Su bienestar y su conservación debe ser primordial. Nadie pone en duda que la gente vinculada a las rapas ame los caballos, pero quizás modificar ciertas acciones evite dolores y sufrimiento innecesario, como ya se ha hecho en los últimos años con algunas prácticas.