Unas dotes que ha pasado de generación en generación y que ha hecho que muchos los califiquen ya como semianfibios. Dicen que verlos pescar con arpón es más que un arte, ágiles y silenciosos como lo son los peces. Son capaces de mimetizarse en el mar y de calcular con precisión milimétrica la refracción de la luz. Disparan y pocas veces fallan.
Unos artistas de la pesca evolucionados naturalmente, por la necesidad y adaptación al medio. Evolución pura y dura. Controlar la flotabilidad solamente con su cuerpo, especialmente con su bazo más grande de lo normal, para lograr mantenerse en posición de combate hasta tener la presa a tiro. Elementos increíbles, para una comunidad fascinante.
Los estudios etnográficos dicen que los bajau han podido vivir durante miles de años en los propios botes de pesca, y viajando de un lugar a otro por las aguas del Sudeste Asiático, en busca de las mejores condiciones marítimas para obtener su sustento, los peces. Solamente pisaban tierra de manera ocasional, pues todo lo que necesitaban para la vida lo obtenían del océano.
Con este modo de vida tan particular, no es extraño que les haya costado adaptarse a vivir en pueblos, por mucho que se trate de aldeas sobre el mar. Las estructuras ancladas en pilotes, les permiten seguir balanceándose al ritmo de las mareas, con la banda sonora de las olas y un entorno con olor a salitre. Probablemente sin eso, les falta el aire.