Hay lugares que desprenden un embaucador ambiente que parece sacado de una película. Es el caso del insólito cementerio de vagones convertido en una estación fantasma a 3.000 metros de altura. Ahí mismo en Uyuni, ciudad del sudoeste de Bolivia perteneciente al departamento de Potosí.
Esas máquinas ya que no llegarán a destino, pero los esqueletos de máquinas y vagones esparcidos por los fríos suelos del Altiplano, tienen un inesperado poder de atracción. A pesar del éxito, ellos permanecen impávidos, conformes con el olvido y la indiferencia que los atiza desde el siglo pasado.
Una especie de lamento de lo que un día fue gloria transformada en decadencia. Melancolía viva. En este escenario apocalíptico, se inauguró en 1890 la primera línea de ferrocarril de Bolivia que comunicó Uyuni – Antofagasta, ciudad situada a orillas del océano Pacífico.
Los vagones cargaban oro, plata, estaño y otros minerales.